sábado, enero 10, 2009

24 hour party people

¿Alguna vez viste en E! Entertainment Television un programa llamado "Wild On"? Bueno, eso. O sea, una isla del caribe en la costa norte de Panamá, en el archipiélago de Bocas del Toro, donde un bar se asoma al agua cálida, calma, clara. Tiene una pista de baile de madera que se proyecta sobre el mar, en forma de muelle. Del lado derecho de la pista/muelle hay lanchas que se encargan de traer y llevar a personas en distintos estados de intoxicación alcohólica desde y hacia sus respectivos alojamientos, la mayoría en la Isla Colón y alguno que otro en Bastimentos. En el centro, las maderas se abren y el espacio rectangular forma una piscina marítima. Un trampolín se eleva y saca la lengua. Mientras yo me saco la remera y vacío los contenidos de mis bolsillos, dos chicas en bikini se besan un beso de película, lenguas que se entrelazan con afán lúdico y sexual. A su alrededor, un círculo de hombres vitorea con los brazos en alto.
Yo veo el espectáculo desde la altura. Salto. El agua está tibia. Repito la operación. Juanlú salta también, todos saltamos. Se crea un flujo constante de gente que sube la escalera, se acerca a la punta del trampolín, mira, mide, rie, salta y cae al agua, una vez ahí chapotea, nada un poco, moja a algun que otro pobre diablo que pasa por ahí, sale, y vuelve a subir la escalera.
Katie y yo bailamos freestyle. Le quiero robar un beso, no lo consigo, se ríe y yo también, y seguimos bailando con inocencia primal los bailes que nos canta un diablito en el hombro. Can´t blame a guy for trying.
Esa noche era Lady´s night en el Aqualounge, el bar del que hablé. La noche anterior lo había sido en el Barco Hundido, y antes en algún otro lugar. Todas las noches son Lady´s night, todas las noches hay una fiesta salvaje en alguna parte de Bocas del Toro, Panamá.
Las actividades diurnas son bien distintas. 30 kilómetros en bicicleta para llegar a una playa llena de estrellas de mar, peces plateados y delfines en la distancia; una lancha hasta la Isla Bastimentos, donde después de una caminata de dos horas se llega a la playa donde Tom Hanks se hizo amigo de Wilson; ron con coca a la tarde; un poco de charango tirado en la hamaca; charlas mientras tomamos café y comemos melón y ananá.
Juanlú y Ana dejaron sus trabajos prometedores en España, y en medio de rumores de la mayor crisis financiera en los últimos 80 años, decidieron salir de viaje. Están convencidos de que todo lo que tenían era pura ilusión, y que lo real es el presente, es su viaje, son los momentos y la gente que conocen. A Juanlú le gusta la jode, y Ana lo ataja cada tanto. Me resulta fácil hablar con ellos, en parte porque siempre me resultó fácil hablar con españoles, pero también porque coincidimos en muchas cosas, en un concepto de libertad difícil de explicar y de comprender. Yo aún no puedo definirlo, y como Pappo me pregunto "adonde está la libertad". Creo que ninguno de nosotros pudo brindar más que palabras torpes, y sin embargo, sentimos saberlo. La libertad está acá, digo y me toco el pecho, pero me quedo pensando y agrego que también está acá, y me señalo la cabeza. Ahora estoy pensando que esos gestos eran innecesarios, que la libertad está acá, y no necesita de gestos ni especificaciónes. Y ahora, minutos después de haber escrito esa última frase, pienso que en realidad no sé ni qué es la libertad, y que lo que escribo son solo palabras torpes que no logran acercarse a lo que se siente estar en el momento y el lugar en que acá significa libertad.
Katie esta hace un tiempo en centroamerica, y despues de una temporada por Guatemala, se puso a viajar un poco antes de volver a Estados Unidos. Está loca, y esto es un cumplido. Baila como nadie, o mejor dicho, como pocos, porque me hace acordar a mi amigo Sebas. La música y el cuerpo se hacen uno en las maneras menos tradicionales posibles, los brazos trazan figuras oníricas y los pies están en todas partes, con ritmo y sin él, pero sin duda fluyendo con la música, y libres de toda estructura. Freestyle dancing, como lo definió Katie.
Jonathan hablaba siempre de la cantidad de amigos que tenía en Bocas del Toro, pero por alguna razón, es a mí a quien pidió 10 dólares con la excusa de que no podía sacar plata del cajero por un problema en la red. Soy un boludo. Nunca los volví a ver.

Después de varios días de joda, caribe, y charlas con café y melón, Juanlú, Ana y yo fuimos a Ciudad de Panamá. No sabía aún que mis 4 o 5 días en la ciudad se transformarían en un mes y medio. No sabía nada de Rosa tampoco. Era mucho lo que no sabía... iba a lo desconocido.

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