jueves, junio 08, 2006

Valencia en la Luna

EL SOL DE VALENCIA

Salgo de la casa de Gabriel al rato de despertarme. Son como las 12 del mediodia, y ya cunplí con el ritual de tomarme unos mates. Gabi no vuelve de trabajar hasta las 2 de la tarde, así que aprovecho el tiempo para darme una escapada a la playa. En realidad no hace calor, pero después del frío de Alemania o Eslovaquia, los 15 grados que me ofrece Valencia me parecen ideales... hasta me doy el lujo de andar en remera.
Ya conozco el camino a seguir, asi que por pura curiosidad elijo otro. No pasan muchas cuadras (aunque quizás no debería usar esa palabra en un país donde no existe ese concepto... en España, hay que hablar de minutos), no pasan muchos minutos antes de que el paisaje urbano empiece a cambiar, y asomen las casas multicolores, los balcones con ropa colgada, la gente asomada, los chicos que juegan en la calle, las imágenes de santos, los frentes descascarados, las calles estrechas, los pequeños negocios. Un par de avenidas después, se asoma ése sector lleno de barreras que puede ser cualquier cosa, y solo se sabe que está en reparación. Lo franqueo con una pericia envidiable, y un poco mas allá, se ve el mar. Azul, a veces, verde, otras. Salvo la distancia y me paro frente a la playa. Apago el discman; el mar tiene su propia música, y no quisiera perderla entre los acordes que The Edge dispara como para desarmar bombas. Me siento sobre la pequeña pared que divide la playa del reino del asfalto. Del lado de allá un par de señoras pasean un perro, charlan de la Nelly o cualquiera que sea el equivalente valenciano, se cuentan cosas y dicen "pero que barbaridad" o cualquiera que sea el equivalente valenciano, y dicen que hacía "una calor, pero una calor" o cualquiera que sea el equivalente valenciano. Una pareja camina descalza, él de traje arremangado y corbata al viento, quizás aprovechando la tregüa que alguna oficina le da para acordarse de que está vivo y pensar en el futuro, esa irrealidad que nos espera; ella va a su lado, con aire despreocupado, como quien tiene mucho tiempo, quizás una estudiante en vacaciones o algo así.
Un chico juega a la pelota. Una pareja se besa. Dos chicas (muy lindas, muy adolescentes) toman sol y charlan de José y de Ana, y de que lo que ha hecho José, y que Ana se ha desquitado, y que José se lo merecía, y que pobre Ana, y que si has escuchado lo que... el viento se lleva las voces, y cada tanto vuelven y ya no es José ni Ana, sino Robbie Williams, y se van y vuelven para que ahora sea el fin de semana. Y aún mas allá, el mar sigue con su rumor constante, llevandose arena, y trayendo otra, haciendo bailar a alguna botella perdida pero sin mensaje, brillando a sol, cambiando de color: azul, verde, azul, y quien sabe que mas porque el daltonismo no me permite estar seguro de esas cosas. Respiro el aire salado, y veo el cielo que se funde con el mediterrano, y realmente parece que por ahí en alguna parte estuviera el medio de la tierra. Mientras miro a la gente del lado de allá, pienso en lo lindo que debe ser vivir al lado del mar. Luego vuelvo mis ojos al lado de acá, y veo un hombre corriendo, con cara de ejercicio. Unas chicas en patines, cortando el paisaje con velocidad. Algún auto, pero mas lejos. Y la ciudad, que está por todos lados del lado de acá, que ahora parece el lado de allá a medida que me siento mas del mar. Me doy cuenta de que tengo que volver a la ciudad, que ya debe ser la hora, que Gabi está por volver, y que mañana me voy para Madrid, y después a Brasil, y después a Buenos Aires, y quizás ya no vuelva a este mar. Una pena, justo cuando me estaba sintiendo del lado de allá.

LA LUNA DE VALENCIA

Gente caminando por las calles del barrio del Carmen, chicas producidas y hombres jiposos o viceversa, bares repletos, gente metida a presión (parece que los recintos fueran a expelerlos en cualquier momento, como dulce de leche que se escapa por un cubanito), el Murray´s con rock sonando bien fuerte, y amigos, una cerveza que subre curiosamente por un ascensor (algo que yo no sabía, por lo que las cervezas tuvieron que esperarme por un buen rato, hasta que me avivé que si abría una puertita me encontraba con mi pedido),Robert Plant que le canta a alguna mujer que necesita "loooooveeeee" y termina gritando orgásmicamente, un Döner al ladito, pero con demasiado picante, y mas bares, y mas gente, y un ritmo vertiginoso, pero al mismo tiempo tranquilo, ritmo de gente en la calle que sigue un ritmo que va mas allá de ellos, como si todos fueran pequeños puntos moviles que conforman una partitura que se mueve demasiado rápido para ser tocada, peroi que igual está ahí, adaptando su música continuamente a todo y todos, adaptando las disonancias para que suene un poco como Bartok, que suena bien aunque a veces te rompa los nervios, cervezas que van y vienen, chicas que la verdad no dan demasiada bola, otras que aplauden el humilde tango de un borracho, y un bar con camuflado pop (al que ya me referí antes) y con gente bailando al ritmo de la misma musica de siempre, pero que no es la de siempre (todo se parece y se desparece, o desaparece, no se), y yo, que ahora estoy del lado de acá, y aún cuando ahora no es mas ese ahora, sigo del lado de acá,pero eso si, con la mirada mas allá, siempre mas allá, donde el mar que quizás no veo sigue cantando-te-me-nos.