viernes, diciembre 23, 2005

Antes de viajar tuve que hacer muchas cosas. Rendir finales, mudarme de casa, comprar algunas cosas, ver al médico, y saludar a gente, familia especialmente. Finalmente, el 22 de diciembre, me subí al avión al como estaba previsto. El vuelo fue largo, y con varias escalas. Primero, viajé a San Pablo. Pedí pasta en lugar de pollo (no confio en el pollo de avión) y fué horrible. A mi lado se sentaron dos alemanes que habían pasado un tiempo en Argentina. Zitna, que estaba sentada a mi derecha (a mi izquierda, claro, estaba el pasillo), tenía miedo por las turbulencias y otros movimientos del avión, así que me pidió que la distrajera hablándole. Como todos sabrán, hablar no es algo que me cueste, pero de todas formas hice un sincero esfuerzo por que la conversación sea pareja. Buena chica Zitna, y su novio, Mathias, también. Nos despedimos la llegar a San Pablo, y seguramente no los veré nunca más. Así son los viajes, y es parte de lo que hace lindos esos contactos efímeros y desinteresados.
El segundo tramo fue de San Pablo a Lisboa. Me senté al lado de un portugués cuyo nombre nunca supe, que tenía un DVD portátil y varios capítulos de Friends, y que gentilmente compartió conmigo. Además, dieron "Charlie and the Chocolate Factory". Casi no dormí (nunca duermo en los viajes largos, mas que unos pocos minutos), pero al menos la pasta fue mejor que en el otro vuelo, y a la mañana me dieron un desayuno bastante decente.
En el último tramo aéreo, de Lisboa a Madrid, me dieron un sandwich con fiambre fresco (para seguir con las descripciones culinarias del viaje), pero me agredieron con música navideña estadounidense durante los 55 minutos de vuelo. ¿Será ésa una nueva manera de contrrolar la inmigración? ¿Poner musica horrorosa, y esperar que algún pobre infeliz no lo soporte y regrese a su país? Lo soporté, y finalemtne llegué a Madrid a eso de las 9 y media de la mañana, hora Madrileña. Tomé el metro hasta la terminal de buses (decir "Subte" y "Bondi" acá no parece propicio),y emprendí el viaje a Valencia. Más música navideña, y aún peor, una película de navidad con Cary Grant doblada al Español. Gracias a Dios que traje un Disc Man. Los gritos de un par de niños no ayudaron, como tampoco el grupo de Indios que hablaban a los gritos: el cóctel sonoro era espeluznante. Música de Charlie Parker a todo volumen y la lectura de "En el Camino", de Kerouac me salvaron de la demencia.
A las 16.35 llegué a Valencia, llamé a mi amigo Gabriel, y él vino a buscarme. Es genial ver a alguien después de 2 años, y que sea como haberlo visto ayer. Es bueno que no haya silencios incómodos. Hay silencios, si, pero de los cómodos, de los que se hacen cuando se sabe que no es necesario hablar. Y hay charlas también. Es bueno verlo de vuelta.
Dejé las cosas y fuimos a un concierto de (adivinen) música navideña. Pero ésta era bastante buena, orquestal y muy bien arreglada, y no eran las obras típicas, aunque no faltó "Jingle Bells".
A la noche, unas hamburguesas con queso, un poco de mate (Gabriel toma mas mate que yo, al parecer), la visita de Tony, un juego de dardos, una zapada, whisky. Sueño. Actualizar el blog. Dormir (¿Cuanto hace que no duermo? Creo que, salvo cortos intervalos, estoy despierto desde el 22 a la mañana. Acá ya es 24. Jet lag. ¿Que hora es para mí? Que confuso. Cené cuando en realdad tomaba la merienda. Duermo cuando aún no duermo. Que confuso. Me voy a dormir.) Me voy a dormir.

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