martes, mayo 01, 2007

Parte III: Fronteras y Charangos

Poco antes de las 7 de la mañana, un fuerte dolor de panza me despertó. Tirado baca abajo en la cama, me puse a considerar mi situación... pero sí, no había alternativa, tendría que quedarme. Sonó el despertador, Gon se levantó con rapidez (para ser él, al menos) y comenzó a alistarse para ir a Iruya. Le dije que, desgraciadamente, yo no iba a poder ir, y me quedé en la cama, maldiciendo a todo mi aparato digestivo. Finalmente me dormí de nuevo, y cuando me desperté, a eso de las 11 de la mañana, el dolor de panza había disminuido considerablemente. No desapareció, pero ya me permitía levantarme. Estaba en Humahuaca, Gon no estaría en todo el día, y me encontré con que de pronto tenía todo un día a mi disposición para ir a donde quisiera (menos Iruya, claro), así que decidí tomarme el primer bondi que fuera hacia La Quiaca, y cruzar a Bolivia.(Querías ir a La Quiaca, de todas formas, y esta fue la excusa perfecta).
La Quiaca es horrible, y no vale la pena hablar mucho de ella, pero el viaje desde Humahuaca hasta La Quiaca, eso es otra cosa. El micro atraviesa parajes increíbles, casi siempre subiendo, metiéndose entre grandes rocas que se elevan a ambos lados del camino. El azul del cielo es increíble, y se lo puede ver con claridad cuando el micro pasa sobre las nubes. Aquí y allá, una casa de adobe, pauperrima pero con Direct TV o un pueblito mas o menos pintoresco. A la izquierda, las eternas vías del tren que ya no es. Leon Gieco le da al paisaje su banda sonora ideal.

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Ya en La Quiaca, emprendí la caminata de unas 15 cuadras que me separaba de Bolivia. Ahí sí sentí, por primera vez, la falta de aire ocasionada por la altura. Las piernas me pesaban, y mis pulmones se hinchaban buscando aliento. (Sos un flojito, che) Mas cansado de lo que las 15 cuadras auguraban, llegué al puente que me separaba de Villazón, la ciudad fronteriza boliviana. Crucé sin demasiado trámite, dejando atrás mío al cartel que decía "Bienvenido a La Quiaca, Ushuaia 5121 Kilometros". Del otro lado, Bolivia.

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(Contá cuánto te gustó el hecho de cruzar una frontera a pié). Nunca había cruzado una frontera a pié, y es una sensación curiosa.
Villazón es también una ciudad bastante fea, y todas las calles cercanas al puente son una especie de shopping center para argentinos. El cambio nos favorece, y los comerciantes bolivianos lo saben. Lo saben tanto, que hasta dan los precios en pesos argentinos (lo cual hizo inútil tu gesto bienintencionado de cambiar tu dinero a la moneda local). Di varias vueltas, vi mucha ropa, mucho argentino dando vueltas, muchas películas y discos copiados, y también mucha miseria. Vi gente que casi me rogaba que les comprara algo, vi suciedad, y vi pobreza. Pero también vi dignidad, y mucha. En una casa de música, luego de preguntar los precios de charangos, estuve charlando con la vendedora, y aprendí mucho de ella. Me cayó tan bien que le compré un charango. (Mentira, decí la verdad) Bueno, en realidad iba a comprar el charango de todas maneras, porque me salió unos 160 pesos menos que el más barato charango argentino y de hecho, fuí a a Villazón con ese fin, pero me dió gusto habérselo comprado a ella.
(Contá sobre tu increible sentido de la orientación).Ya con el charango al hombro, emprendí el camino de regreso a Argentina. O eso quise hacer, pero no lo logré... es que me había perdido en las calles mercantiles de Villazón. Luego de varias vueltas, llegué a un lugar familiar: la casa de música donde había comprado el charango. La vendedora me indicó cómo volver, y me advirtió que no vaya a lugares a los que ya había ido. Ahora sí, tomé el camino correcto y volví a Argentina.
Ya de vuelta en La Quiaca, mientras esperaba el bondi que me devolvería a Humahuaca, tuve un encuentro fugaz con unos músicos que me enseñaron mis primeros rudimentos de charango. Es increíble lo que se puede generar en tan sólo unos minutos, cuando las circunstancias te hermanan, un encuentro brevísimo puede ser muy significativo. Ese tipo de contactos son parte del encanto de los viajes, y de los viajeros.
En Humahuaca me reencontré con Gon y compartimos experiencias. Vimos a Ricardo Vilca, que tocó en un concierto al aire libre. Después de eso, fuimos a la peña de Vilca, tan famosa como Vilca mismo (eso es, no mucho, pero muy), pero él no tocó esa anoche, debido a que estaba un poco enfermo, y cansaod de su show anterior. Los músicos de su banda, en cambio, intepretaron unas canciónes bellísimas que me transportaron a quien sabe donde. (Pero no a todos, ¿no?). No a todos nos llegó de la misma manera, y un poco me sorprendió cómo alguien podía no ser afectado por la belleza de esas melodías...
Esa noche nos despedimos de Nico y Belu, que ya se volvían a Buenos Aires.
Al día siguiente, Gon, Santi, Meli, Vi y yo partimos para Tilcara y Purmamarca...

1 comentario:

Favlo dijo...

No puedo agregar nada a tu bitácora porqeu por sí misma es bellísima; contás cosas imperfectibles. Lo único que puedo decir es que me gusta mucho tu "contar" en este blog. Un abrazo grande y siempre...