jueves, febrero 23, 2006

Mi tiempo en Valencia fue genial, como siempre. Los Incertis dieron nuevas pruebas de su hospitalidad prodigiosa, y fui muy bien recibido. Aprovechando la cercanía de la playa, fui en más de una ocasión a disfrutar del sol, y de la temperatura ideal de Valencia (en realidad, era cercana a los 15 grados, pero luego del frio que había pasado, la disfruté enromemente... andaba en remera todo el tiempo). Cuando mi última noche finalmente llegó, salimos a disfrutar de la noche Valenciana... la famosa, "Luna de Valencia", he de suponer. Le dije a Gabriel que me gustaban los klugares oscuros, llenos de humo, y con rock and roll... y dicho y hecho, allí fuimos. Led Zeppelin sonaba fuerte, las cervezas corrían, las charlas con amigos, las risas, los debates... todo se sucedía, hasta que llegó la hora del cierre, y tuvimos que irnos, no sin antes cantar "Naranjo en Flor", junto a Toni, para una audiencia completamente indifirente. Ibamos a irnos a dormir (al dia siguiente salia a las 7 de la mañana para Madrid), pero nos convencieron de ir a otro bolichito mas, y beber una ultima cerveza. EL lugar tenía un ambiente extraño, y estaba decorado con lo que sólo puede describirse como un "Camuflado Pop". Andy Warhol, morite de envidia. Pero nuestra estadia fue breve, y ahi si, fuimos a dormir una siesta antes de mi partida.
Una hora despues de acostarme, me levante y fui a la temrinal de buses. Me despedi de Gabriel hasta la próxima, que ambos sabemos que no será lejana.
En Madrid fui a parar a la casa de Leo Campanella, quien me recibió con su mejor cara de dormido, y ojos de resaca. Alli me quede solo un par de dias, y luego si, tome el avión que me devolvió al Continente Americano. En el aeropuerto de Sao Paulo estaban esperandome Mirela y Ricardo, el último de los reencuentros de éste viaje. El calor, si bien no era tan terrible, me parecia espantoso. Fuimos a comer una pizza, y una cerveza helada obró milagros en mi. Esa noche, Mirela me reveló que ella y Ric iban a casarse (lo cual yo ya sospechaba). Parece que en un año tendré que viajar de nuevo a Brasil...
Los siguientes días los empleé en recorrer Sao Paulo durante el día con Mirela, y salir por ahí a la noche, cuando Ricardo salía del trabajo. Sao Paulo es gigante, está repleta de gente, y a veces asfixia. Otras, es maravillosa, imponente, animada. Tomé agua de coco (si, de adentro de un coco de verdad), comí frutas de toda clase, y hasta fuí a una Escola do Samba... INCREIBLE: Los tambores tronaban con un ritmo que sale de las profundiades del alma, de lo mas hondo que hay en el hombre. Percusiones con raíces negras, gente de todas los colores bailando al son de este ritmo primal y alegre, el ser humano en su estado mas íntimo y eufórico.
El fin de semana lo pasamos en Rio Preto, la ciudad de Mirela. Allí vimos tambien a Wagner, otro gran amigo de mis épocas de Taizé. Fuimos también aun parque acuático de aguas termales, algo de lo mas relajante, y con toboganes de agua de 18 metros de altura, casi una caíde libre.
El lunes, me despedí de Mirela, y volví con Ricardo a Sao Paulo. Esa noche, vimos por TV el recital de U2 (increíble, por cierto) y al día siguiente, luego de una guitarreada con Fabio (compañero de piso de Ricardo) en la quie sobraron canciones de los Beatles, fui al aeropuerto de Garulhos, desde donde un último y fatal avión marcó la muerte de éste viaje... muerte que es vida, fin que es comienzo. Todo se transforma, como canta el amigo Jorge Drexler. En el aeropuerto de Ezeiza estaba esperándome mi Padre.
Volví. O quizás tan solo llegué. O puede que esta sea tan sólo otra escala, una un poco mas larga, y que yo sea un pasajero en trance, un pasajero en transito perpetuo.
Ahora, todo terminó.
Ahora, todo comienza.
Otra vez.
Ahora...
Ahora...
Ahora...
Ahora...
Ahora...

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