martes, agosto 25, 2009

De cómo crucé la frontera entre Panamá y Colombia, parte 2: Olas grandes y el Hong Kong del Caribe

Capurganá es un destino turístico para los Colombianos. Salvo los pocos extranjeros que hacemos el cruce de frontera por ahí, solo hay Colombianos van a pasar sus vacaciones, y los inevitables habitantes del pueblo. Es un lugar chico, pero que tiene su buena dosis de alojamientos baratos y bares. La luz eléctrica se usa solo durante el día, y por la mañana un sonido anuncia el regreso de la electricidad para los queaceres cotidianos. Hay: playas blancas, cocoteros, barcitos frente al mar, comida callejera (todo muy caro, claro, es para turistas), selva ahí nomás, ningún camino, barquitos y lanchas que atracan en el muelle, una pista de aterrizaje porque ahí se llega por mar o por aire, un cielo de estrellas, calor, brisa del mar, agua de coco, cumbia en la playa, y la memoria no me debe traer en este momento los olores, aunque quizás, si, el olor a grasa de las arepas, y la fritura, y el aire de mar, el olor a arena, a humedad en el ambiente, a sal, a algas, a trabajadores, a pescado, a polvo.
Hicimos (Steve, yo, y un colombiano del que no me acuerdo el nombre)el paso por migraciones, donde nos hicieron varias preguntas. Había carteles por todos lados con caras de miembros de las FARC y recompensas para los que aportaran información. Había militares camuflados inútilmente. Al colombiano del que no me acuerdo el nombre lo tuvieron bastante porque parece que no los podía convencer de que no era el criminal que buscaban que se llamaba igual que él. No creo que lo fuera, pero por un momento pensé que quizás si, pero no. Lo dejaron entrar a Colombia nomás, y los tres nos conseguimos un alojamiento barato para pasar la noche.
Al día siguiente tomamos otra lancha, esta vez bastante más grande que la otra, para ir a Turbo. El viaje empezó más o menos igual. Olas grandes, algo de viento, golpes en el culo. Pero las olas son cada vez más grandes. La embarcación se levanta y apunta al cielo, y vuelve a caer muy fuerte y salpica para todos lados, y yo, flor de pelotudo, me siento casi adelante de todo, donde más golpea. No me queda otra que tratar de disfrutar la adrenalina (o noradrenalina, como me explicará un médico meses más tarde). Es un viaje de unas dos horas galopando sobre las olas. A la izquierda está el mar que se extiende infinitamente, y a la derecha, la costa rocosa y selvática. Cada tanto un barco, lejano. Pasa alguna avioneta. Pasamos Punta Tiburones, que se llama así porque está lleno de tiburones, sin que las olas nos sirvan como alimento, rebotando frenéticamente.Ya nos acercamos a Turbo, y veo ramitas flotando. Una rama tiene a un pájaro encima, navegando. Esos regalos de la vida.
Pasamos un control de Prefectura, damos una vuelta, y ya estamos llegando a Turbo. Nos dirigimos hacia el puerto, y pasamos entre todos los barcos que están anclados a su entrada. Barcos de madera pintados con colores, con sogas de ropa colgada, con gente viviendo, supongo. Montones de barcos entre las aguas sucias. Hay barcos a vela, y a motor, hay lanchas, hay caras curtidas. Como Hong Kong, pero del Caribe.
El colombiano del que no me acuerdo el nombre me había dicho que Turbo no era muy seguro porque "estaba lleno de negritos". No le dije que era un forro racista, sólo le dije que en todo caso debía ser peligroso porque había pobreza, pero no creo que mi explicación lo haya convencido mucho, y no me esperaba mucho de todas formas. Efectivamente, la población de Turbo es mayoritariamente negra, lo cual para mí es siempre una ventaja, y me pasaba moviendo la cabeza de un lado al otro pispeando colombianas. Muchísima gente iba y venía, ofreciendo transportes, llevarte la mochila, y qué se yo qué más.
En la estación de autobuses conseguimos un auto (de la misma compañía) que nos llevaba (al Colombiano del que no me acuerdo el nombre, a un chico de unos 11 años, y a mi) a Medellín por el mismo dinero que un bondi pero más rápido y con más probabilidades de pasar por los derrumbes de camino que le impedían pasar a los transportes grandes. Apenas una hora después de desembarcar, estaba en el auto, camino a Medellín.

martes, julio 07, 2009

De cómo crucé la frontera entre Panamá y Colombia, parte 1: Puerto Obaldía

En mi última semana en Panamá le di algunas clases de español a Steve, un inglés que se untaba constantemente con protector solar. Como él también tenía que ir a Colombia, se sumó a mi viaje.
Llegó el miércoles. Me levanté temprano y me hice unos pancakes con banana y syrup. Me despedí de Dave y todo el grupo de gente del Luna´s Castle, y me fui con Steve al aeropuerto. En la pista nos esperaba una avioneta blanca a hélice. Los asientos eran pequeños. Me acomodé como pude y me puse el sombrero sobre la cara, decidido a dormir un poco. Apenas cerré los ojos un poco. Me desperté y miré por la ventana, y vi el mar azul, y la luz del sol, y las playas allá abajo, y las islas acá y allá. Formas increíbles muy cerca de la costa. Las pocas casas y caminos se veían desde el aire como juguetes de un chico distraído. Durante dos horas volamos sobre el paraíso, y justo cuando se empezó a nublar descendimos, pasamos por debajo de las nubes y bajamos en una pista de tierra entre un motón de casitas, en un pequeño espacio costero rodeado de selva. Era la base militar de Puerto Obaldía. Muchos hombres de uniforme camuflado y fusil al hombro iban de un lado al otro. Me puse un poco nervioso, como siempre que estoy rodeado de muchos militares o policías. No puedo evitar verlos como el enemigo, no hay caso. Especialmente a los panameños, que siempre tienen cara de mal humor, y que allá en Ciudad de Panamá me dieron tantos disgustos, como la vez que me sacaron el pasaporte y me dijeron que me había pasado de la fecha (no, no me había pasado) y me lo devolvió solo a cambio de veinte dólares, que para colmo yo no tenía y tuve que conseguir prestado, hijo de remil puta. Le deseo de todo corazón mucho sufrimiento y una muerte dolorosa, si se puede después de haber sido sodomizado por un burro con sífilis.
En Puerto Obaldía mi problema fue otro. Ya había buscado mi equipaje y me dirigí a la oficina de migración a sellar el pase de salida de Panamá, lo cual hice sin ningún problema. Cruzando una calle de tierra estaba la oficina del consulado colombiano. Era -igual que todas las otras edificaciones del pueblo- una casita vieja de madera, pintada de algún color que quizás fuera azul, o verde, o amarillo, pero creo que no rojo. Entré, presenté mi pasaporte, y la señora ahí sentada me dijo: ¿Prueba de salida de Colombia?
¿Qué?, le dije
Prueba de Salida de Colombia. Un pasaje de avión o de bus que indique cuando usted se va del país.
No tengo. Pensaba comprar allá un pasaje de bus.
No, no le puedo sellar el pasaporte si no tiene prueba de salida.
¿Y como consigo prueba de salida? ¿Donde compro acá?
Allá hay una internet, puede comprar e imprimir.
En eso se me acerca un tipo y me dice que él me puede ayudar. No confío mucho en la gente que ofrece ayuda, por desgracia. Suelo creer que todos tienen un segundo motivo para todo, que todos quieren algo a cambio. Cuando estás viajando es todavía peor, porque todo el tiempo estan queriendo sacarte algo a cambio de lo que sea, te presionan y te juegan con la culpa y más de una vez compraste alguna pelotudez innecesaria, y desconfiás. Este tipo me ofreció una mano, y naturalmente sospeché algo oscuro. Pero no tenía muchas opciones, así que lo seguí. Me llevó a la vuelta de la esquina, donde estaba su negocio de internet, el único del pueblo. Ahí me dijo que podría entrar al sitio de alguna aerolinea e imprimir la pantalla de la reserva, para la cual no hay que aportar aun los datos de la tarjeta. Hice una reserva en Copa Airlines de Bogotá a Quito, imprimí la pantalla. Le pregunté al hombre por qué me ayudaba. Me dijo que no quería que la gente se quedase atascada en el pueblo durante toda una semana. Le ofrecí plata y sólo me aceptó un dolar, por la internet y la impresión.
Fui al embarcadero, una estructura decadente en una rincón. Flotando sobre el mar estaba la embarcación que me iba a llevar a Capurganá, ya en Colombia. El camino había que hacerlo por mar porque en esa zona la selva es muy densa y el camino puede hacerse peligroso. También hay ligeras posibilidades de encontrarse con la guerrilla, dicen, pero eso ya suena más a amenaza que otra cosa. El barquito, no, no era un barquito, era una lanchita, un botecito a motor. Estaba empezando a llover, y se había levantado un poco de viento. Un tipo agarró nuestro equipaje y lo cargó en el botecito. Después fuimos subiendo al bote, para lo cual fue necesario meter los pies en el agua tibia. No nos dieron salvavidas.
Ellos no se quieren morir tampoco, así que si salen igual con el día así es porque está todo bien, razoné. El botecito tomó velocidad y empezó a rebotar contra las olas. Pegaba saltos. La proa se levantaba hacia el cielo, y después caía. Entraba agua por los costados, que era justo donde yo estaba, agarrado del borde. La chica de atrás mío vomitó por la borda, y le di una de las pastillas contra el mal de movimiento, que había tenido la precaución de comprar, y que me estaban haciendo -obviamente- buen efecto. Fueron cuarenta minutos así hasta Capurganá.

sábado, julio 04, 2009

Panamá parte 2: Rambling

A Rosa la conocí en el hostel. Leía algún libro en los sillones de la sala común, sus piernas largas colgando sobre el apoyabrazos. No sé con qué excusa me le acerqué, quizás ninguna. Seguramente la escena fue algo así:
Rosa esta sentada en el balcón del Luna´s Castle leyendo. A su lado hay una silla vacía. Es un día caluroso, como todos los días en Panamá. Quizás esté un poco nublado, aunque aún no llueva. Hay olor a humedad en el aire, más que lo habitual. Me siento en la silla al lado de ella, saco mi bolsita de tabaco (cohiba, cubano), y antes de empezar a rolar le pregunto si le molesta que fume, y no, para nada, así que me armo un cigarrillo. Una de las cosas que siempre me gustaron de los hostels es que no necesitás excusas para hablar con alguien. Tan solo hablás, así, porque sí, porque estás ahí. Los detalles de la charla no vienen al caso. Nos enteramos de muchas cosas el uno del otro (sos antropologa? en serio? que bueno! Si, si, soy traductor... bah, todavía no, pero estoy en eso. Wow, una investigación en Darién por seis meses. Debe ser muy copado. Y un poquito peligroso. Más que nada literatura postmoderna, y tengo mucho interés en la literatura postcolonial.) y no sé bien como terminamos yendo al cine a ver la última de James Bond.
No estoy seguro de cuanto quiero contarles sobre Rosa. Jack Kerouac decía que lo mejor hay que guardárselo para uno, y escribir sobre todo el resto. Así que escribiré sobre el resto, y de lo mejor, apenas les doy este resúmen:
Una semana de charlas y baile y una banda de covers con White Russians y Whiskey y más que nada Ron con Coca, después La Casona de las Brujas, Victoria que me dice que "that girl likes you, and now that you´re here talking to me instead of her she´s going to like you even more". Y finalmente. Después un lindo mes, con fin de semana en la playa incluido, y Rosa Rosa tan maravillosa, y después le tocó irse a Darién, como siempre supimos, y nos despedimos, y una semana después me fui para Colombia. There.
Cómo me fuí para Colombia es una historia interesante.
Mientras aún estaba en el Luna´s Castle me enteré que uno de mis viejos compañeros de laburo iba a renunciar, y su puesto quedaba vacante. Me apuré a escribirle a los dueños y ofrecerme para cubrir su lugar. Mientras esperaba la respuesta, me puse a examinar el mapa del continente. Si ya había llegado hasta acá, no podía volver atrás. Sin duda había quedado mucho para ver, pero siempre habrá algo más, y el tiempo es tirano. Me tentaba mucho la idea de cruzar todo el maravilloso continente americano. Desde México hasta Buenos Aires, todo. Una tierra increíble, sorprendente, por momentos muy ajena pero de alguna manera parte de mí, mi América. Una historia nos une a todos los latinoamericanos. Es la historia de la colonización, de los abusos, del racismo, de la esclavitud, de los gobiernos elitistas, de las dictaduras militares, de los fusilados, los muertos, los desaparecidos, pero también la de los bailes, la majestuosidad, la resistencia, la sabiduría, los huevos, muchos muchos huevos, la alegría inexplicable que viene de una grieta en el suelo, de la Pacha Mama, de la música y el arte y la memoria. Ya había atravesado ciudades de piedra en selvas de troncos enmarañados y hongos brillantes, nadado entre corales abarrotados de patrullas de peces en formación de combate, segregadas por color y tamaño. Había visto urbes de todo tipo, y conocido personajes inenarrables, me acuerdo de Lan, que se me sentó al lado en el viaje de Guatemala a San Salvador. Tenía los ojos del color de la sangre en una película de Tarantino, y me preguntó mi opinión sobre la mejor ruta marítima para llevar un cargamento de Cocaína. Le admití mi completa ignorancia al respecto, y le deseé suerte en su empresa. ¿Y ahora iba a volver? ¿Ahora iba a regresar a México? Si, claro que quería ir a México, pero allá adelante seguía el camino a casa, sí, casa le decía ahora. No quería volver todavía, pero quería volver. Me habían ofrecido trabajo en el Luna´s Castle, era una oferta tentadora, podría haber vuelto con algún billete, pero la idea de quedarme en Panamá no me gustaba en lo más mínimo. Era una linda ciudad, y tengo excelentes recuerdos de ella, pero ya había cumplido su ciclo. Era una ciudad que no me aportaba el estímulo que quería, o al menos yo no pude encontrarlo, pero de cualquier manera ya era hora de irme. Seguir el camino a casa, eso era lo que quería. No tomarme más aviones, cruzar este inmenso continente por tierra, y a lo sumo por mar, pero no, volver no. Cruzar el Tapón de Darién es imposible, pero siempre hay alguna opción, por mar, por ejemplo, preferiría no tener que tomarme un avión hasta Colombia. Una investigación en google me permitió estudiar las opciónes. Al parecer había un avión que iba de Ciudad de Panamá a una base militar chiquitita en el medio de la selva, un lugar sólo accesible por mar o por aire. Ahí uno se podía tomar una lancha hasta un lugar en la costa Colombiana, Capurganá, y de ahí otra lancha hasta Turbo, ya un lugar bien comunicado desde donde podría ir a cualquier parte. Costo total, unos cien dólares, incluyendo alojamientos. Eso me gustaba más. La mayoría se tomaba un crucero de trescientos dólares, que seguro estaba buenísimo, pero era más de lo mismo, mucho gringo pelotudo de Los Ángeles (perdón a la gente de L.A., lo mío es puramente estadístico), mucho alcohol, y también mucho comfort, y probablemente nada de aventura, sí, porque yo quería alguna aventura, algún pequeño riesgo, no soy Indiana Jones pero tampoco me gusta que me lo hagan demasiado fácil, ah, te tomás un crucero muy lindo, y vas a las Islas de San Blas, que seguro están bárbaras y son un paraíso, y después te lleva a Cartagena que seguro es hermoso. Ok, copado, pero era mí viaje, y yo quería hacerlo más artesanal que eso, y descubrir otras pequeñas maravillas que ellos nunca verían.
Compré el próximo pasaje de Air Panama disponible, casi una semana después.
En mi última semana en Panamá conocí a un argentino que vive en Miami, Martín. Un fenómeno que estaba muy contento de tomar mate con un compatriota, y que estaba con una mina amiga de Julie (Julie fue una gran compañera de mi tiempo en Panamá), Denay. Aproveché para hacer el turismo que me faltaba, compré un par de pilchas, junté algún mango con clases de español, y comí algunas veces más en el Café Coca Cola, y llegó el miércoles y me fuí para Colombia.

martes, enero 20, 2009

Panamá parte 1: La ciudad misteriosa

Ok. Panamá. Uf... esto es más difícil de lo que pensé. Ciudad de Panamá no fue solo un destino más en mi camino, fue el punto de inflexión, una bisagra que marcó un antes y un después en el viaje, y por consiguiente un antes y un después en mi vida... Y no es que haya sucedido nada realmente impresionante, quiero decir, no hubo invasiónes extraterrestres o atentados terroristas, no hubo cambios repentinos de suerte, no gané fortunas en el casino ni me quedé en la más absoluta pobreza. Pero los acontecimientos de Panamá tuvieron en mí un efecto psicológico duradero, la gente que conocí ahí dejó marcas duraderas, y la ciudad, que en realidad no me gustó tanto en sí, quedó en mi memoria marcada a fuego, porque una ciudad es la gente que uno conoce y las cosas que uno vive allí. Sin eso es un montón de piedras muertas con esqueletos de metal frío.
Es entendible, entonces, que a la hora de sentarme y escribir sobre esa ciudad, esa experiencia, ese momento de mi vida, se me anuden los dedos y los conceptos no terminen de tomar forma de palabras.
Después de un viaje en bondi que no merece mención especial, llegamos a la terminal de Allbrook, y de ahí tomamos -Juanlú, Ana y Yo- un taxi hacia un hostel que a ellos les habían recomendado, el Luna´s Castle. Era de madrugada, y la recepción aún no estaba abierta, pero el guardia de seguridad nos dejó acostarnos a dormir en el cine, que consistía en una habitación grande y oscura con varias gradas y almohadones, y una pantalla en la que, durante el día, se podían ver películas, previa selección de las mismas en un listado. Estaba preparandome para dormir un par de horas en ése lugar, cuando una chica borracha con pelo loco me pidió un cigarrillo. Le dije que no tenía, pero que podía armarse uno con mi tabaco cubano. "¡Mejor aún!", se entusiasmó. Le pregunté de donde era, y declaró ser de "la nación del tercer piso, última puerta a la derecha." Después se fue, no se a donde, quizás a su país exótico del piso de arriba. Ése fue mi primer encuentro con Victoria.
Al día siguiente conseguimos un cuarto, y salimos a recorrer la ciudad. El Luna´s Castle está en el Casco Viejo de Panamá, que es, como el nombre indica, la parte vieja de la ciudad, y es al mismo tiempo una de las partes más peligrosas, y una de las más densamente vigiladas. Muchos panameños no entran, pensando que es un lugar al que mejor no ir. Pero ahí mismo está la casa presidencial, y el teatro nacional, y muchos, muchos policías con chalecos antibalas y armas enormes y caras de jodidos que te dicen que mejor no sigas en tal o cual dirección porque no garantizan tu seguridad si lo haces.
Algunas de las casas antiguas del Casco Viejo estan recicladas y ahora son hoteles de lujo o restaurantes o bares. Otras están semi en ruinas, y sus ocupantes cuelgan sus ropas de las barandas oxidadas de los balcones, le gritan cosas a los que pasan (especialmente a las mujeres, un deporte nacional en Panamá) y aturden con el reggaeton a máximo volúmen. El barrio en general recuerda un poco a La Havana, o al menos a la imágen que tengo de La Havana, porque nunca fui a Cuba y no sé en verdad cómo es. Pero digamos que si me imagino a La Havana, me la imagino más o menos parecida al Casco Viejo.
Después de deambular unas horas, volvimos al hostel. Desde el balcón se veía la parte más nueva y cara de la ciudad, con sus edificios ultramodernos. Son monstruos de hormigón, cristal y hierro, de color y estilo Miami, pero vacíos. A la noche, las torres no se iluminan más que en una o dos ventanas. Son fruto del crecimiento económico de los últimos años, y del ansia por parecerse a Estados Unidos, pero tan nuevos son que aún nadie compró esos pisos, y muchos ni se encuentran terminados. Caminar por esa parte de la ciudad es como deambular por un pueblo fantasma, sólo que en lugar de las casitas de madera y las calles de tierra hay rascacielos y avenidas vacías. Pero eso no lo sabía aún en ese primer día de caminata, sólo había cmiando por las calles del Casco Viejo y los rascacielos del otro lado se me hacían misteriosos y atractivos, me imaginaba muchísimas cosas para descubrir entre esas torres y calles, y mi primera impresión me dijo que 3 o 4 días no serían suficientes para conocer el lugar en el que estaba.
Esa tarde, volví a ver a Victoria, esta vez trabajando en la recepción. La reconocí por su peinado inconfundible. Es como si hubiera tenido un shock eléctrico mientras se ponía gel. Pirinchos y mechas y brillo. No sé si mi descripción suena bien, pero todo esto producía un efecto bastante original y agradable a la vista. Había por ahí un cartel que decía "you have a bad haircut, that is clear. Get it done right by Victoria´s shears." Si, la misma de la que hablo, que además de trabajar en recepción daba cortes de cabello a todo el que quisiera (y a algunos que no). Trabajaba en el hostel a cambio del alojamiento, lo mismo que unos cuantos otros del staff.
Juanlú y Ana se fueron al día siguiente, rumbo a Buenos Aires. Los días siguientes me dediqué a conocer un poco la ciudad. Más caminatas por el Casco Viejo, excursiones a otras zonas de la ciudad y la infaltable visita al Canal de Panamá, que no impresiona demasiado a menos que uno piense muy fuerte en todo lo que demandó hacerlo y la fecha en que se construyó. Pero sin este esfuerzo mental, es un canal, nada más.
En esa primer semana me agarró el día de la independencia de Panamá, con un megadesfile en la calle y muchísima gente de fiesta. La ciudad pintaba bien... había historia y modernidad, música en la calle, buenos precios, ropa barata y hasta un sombrero genial, comprado en la Avenida Central, que sirvió para reemplazar a los sombreros perdidos en el viaje. Adopté como frase esa semana "sombrero nuevo, vida nueva", y me ofrecí en el hostel a dar clases de español. Quería tomarme el tiempo de descubrir esa urbe, y ese curro me pareció ideal. Hablé con el dueño y finalmente llegué al siguiente arreglo: tres clases semanales gratuitas a cambio del alojamiento gratis, y una comisión por cada clase que vendiera.
Y así, de manera casi natural, cambiaron todos mis planes. Ya no volvería a Ciudad de México a trabajar. Ya no volvería a Centroamérica, ni pasaría por Estados Unidos. De hecho, no sabía ya cual iba a ser el próximo paso. Sólo sabía el presente, y el presente estaba en Panamá. Las ramificaciónes e implicaciónes de esta decisión se extendían en todas direcciónes a través del tiempo y el espacio, miles de puertas se cerraron para siempre, y miles de otros caminos desconocidos aparecieron, y esa complicada red de implicancias y posibilidades comenzó a forjar el futuro desde el cual escribo.

sábado, enero 10, 2009

24 hour party people

¿Alguna vez viste en E! Entertainment Television un programa llamado "Wild On"? Bueno, eso. O sea, una isla del caribe en la costa norte de Panamá, en el archipiélago de Bocas del Toro, donde un bar se asoma al agua cálida, calma, clara. Tiene una pista de baile de madera que se proyecta sobre el mar, en forma de muelle. Del lado derecho de la pista/muelle hay lanchas que se encargan de traer y llevar a personas en distintos estados de intoxicación alcohólica desde y hacia sus respectivos alojamientos, la mayoría en la Isla Colón y alguno que otro en Bastimentos. En el centro, las maderas se abren y el espacio rectangular forma una piscina marítima. Un trampolín se eleva y saca la lengua. Mientras yo me saco la remera y vacío los contenidos de mis bolsillos, dos chicas en bikini se besan un beso de película, lenguas que se entrelazan con afán lúdico y sexual. A su alrededor, un círculo de hombres vitorea con los brazos en alto.
Yo veo el espectáculo desde la altura. Salto. El agua está tibia. Repito la operación. Juanlú salta también, todos saltamos. Se crea un flujo constante de gente que sube la escalera, se acerca a la punta del trampolín, mira, mide, rie, salta y cae al agua, una vez ahí chapotea, nada un poco, moja a algun que otro pobre diablo que pasa por ahí, sale, y vuelve a subir la escalera.
Katie y yo bailamos freestyle. Le quiero robar un beso, no lo consigo, se ríe y yo también, y seguimos bailando con inocencia primal los bailes que nos canta un diablito en el hombro. Can´t blame a guy for trying.
Esa noche era Lady´s night en el Aqualounge, el bar del que hablé. La noche anterior lo había sido en el Barco Hundido, y antes en algún otro lugar. Todas las noches son Lady´s night, todas las noches hay una fiesta salvaje en alguna parte de Bocas del Toro, Panamá.
Las actividades diurnas son bien distintas. 30 kilómetros en bicicleta para llegar a una playa llena de estrellas de mar, peces plateados y delfines en la distancia; una lancha hasta la Isla Bastimentos, donde después de una caminata de dos horas se llega a la playa donde Tom Hanks se hizo amigo de Wilson; ron con coca a la tarde; un poco de charango tirado en la hamaca; charlas mientras tomamos café y comemos melón y ananá.
Juanlú y Ana dejaron sus trabajos prometedores en España, y en medio de rumores de la mayor crisis financiera en los últimos 80 años, decidieron salir de viaje. Están convencidos de que todo lo que tenían era pura ilusión, y que lo real es el presente, es su viaje, son los momentos y la gente que conocen. A Juanlú le gusta la jode, y Ana lo ataja cada tanto. Me resulta fácil hablar con ellos, en parte porque siempre me resultó fácil hablar con españoles, pero también porque coincidimos en muchas cosas, en un concepto de libertad difícil de explicar y de comprender. Yo aún no puedo definirlo, y como Pappo me pregunto "adonde está la libertad". Creo que ninguno de nosotros pudo brindar más que palabras torpes, y sin embargo, sentimos saberlo. La libertad está acá, digo y me toco el pecho, pero me quedo pensando y agrego que también está acá, y me señalo la cabeza. Ahora estoy pensando que esos gestos eran innecesarios, que la libertad está acá, y no necesita de gestos ni especificaciónes. Y ahora, minutos después de haber escrito esa última frase, pienso que en realidad no sé ni qué es la libertad, y que lo que escribo son solo palabras torpes que no logran acercarse a lo que se siente estar en el momento y el lugar en que acá significa libertad.
Katie esta hace un tiempo en centroamerica, y despues de una temporada por Guatemala, se puso a viajar un poco antes de volver a Estados Unidos. Está loca, y esto es un cumplido. Baila como nadie, o mejor dicho, como pocos, porque me hace acordar a mi amigo Sebas. La música y el cuerpo se hacen uno en las maneras menos tradicionales posibles, los brazos trazan figuras oníricas y los pies están en todas partes, con ritmo y sin él, pero sin duda fluyendo con la música, y libres de toda estructura. Freestyle dancing, como lo definió Katie.
Jonathan hablaba siempre de la cantidad de amigos que tenía en Bocas del Toro, pero por alguna razón, es a mí a quien pidió 10 dólares con la excusa de que no podía sacar plata del cajero por un problema en la red. Soy un boludo. Nunca los volví a ver.

Después de varios días de joda, caribe, y charlas con café y melón, Juanlú, Ana y yo fuimos a Ciudad de Panamá. No sabía aún que mis 4 o 5 días en la ciudad se transformarían en un mes y medio. No sabía nada de Rosa tampoco. Era mucho lo que no sabía... iba a lo desconocido.

martes, diciembre 09, 2008

Pura Vida

Viajar de San Salvador a San Jose, Costa Rica, fue facil, aunque largo, y el periplo transcurrió sin mucho para reportar, además de lo curioso de atravezar tres fronteras en un mismo dia. El micro llegó a San Jose un poco mas tarde de lo que se suponía, a una especie de garage que hacia las veces de terminal. Solo digo que hacia las veces de terminal porque ahi terminaba el bondi, pero la verdad que no era más que un garage en una zona bastante oscura y poco amigable de la ciudad. A la puerta se agolpaban los taxistas que intentaban convencernos de las bondades de viajar con ellos.
Me comuniqué con Gabo, mi contacto tico, y fui a su casa. A Gabo lo había conocido un par de años antes en el hostel en el que yo tabajaba en Buenos Aires. Es periodista, le encanta el rock, y sabe bastante más que yo de música argentina, al menos de la reciente.
Esa semana lo acompañé por las universidades de la ciudad, bajo una lluvia casi constante que duraría toda la semana, repartiendo volantes y pegando carteles del evento que estaba organizando, Radio Night Live, con las presentaciónes de Balerom, cantante de Evolucion, y Pedro Capmany, el hijo de Jose Capmany, padre del rock tico, a las 8:00 pm del jueves 16 de octubre, cover 2500 colones. Tambien estuvimos por el set del programa "Decile a Mama que estamos todos bien", y participé en la preproducción y la filmación de la nota sobre las busetas amarillas, que desde hace no se cuanto se viene retrasando su salida a las calles, y que el sistema de transporte de San Jose necesita de estas busetas, y la ministra no responde el telefono, y el stress, pero en definitiva todo salio bien, y se hizo el evento, y me emborraché bastante y al volver dormí como un bebé.
El día siguiente amaneció soleado, o eso supongo, pero la verdad que no me desperté al amanecer, sino a eso de las 10 y media de la mañana, y fui rapidamente, a pesar de una cierta resaca, a tomar el bus hacia Puerto Viejo de Talamanca, en la costa atlántica de Costa Rica.
Om. Zen. Paz. Reggae. Playa. Sol. Estrellas. Mosquitos, muchos mosquitos. Rastas. Rocking J´s. Negras. Hierba. Charango. Tempranito. Esas son algunas de las palabras con las que puedo describir los diez dias que pasé en Puerto Viejo, relajado y sin prisa, si necesidad de hacer nada, solo y no solo, autosuficiente, contemplativo. Dormía en una carpa dentro del hostel Rocking J´s, y pasaba las noches en su pequeña playa. El mar formaba piletas de plata en los corales muertos, bajo la luz de una luna enorme. Las estrellas cubrian todo. El horizonte amenazaba con una tormenta perpetua que nunca terminaba de llegar, y alguna que otra lluvia esporádica no cumplía lo que los relámpagos parecían prometer cuando iluminaban la noche. Como otras veces, sentía todo el universo ligado, y yo no necesitaba más que ser y contemplar, fumando tranquilo en las noches, echado en la arena bajo el sol, o jugando con la mar durante los dias azules. Por la mañana desayunaba en La Casa del Pan, atendida por Cesar, un argentino de los tantos que viven en Puerto Viejo. El pueblo, pequeño, selvatico y caribeño, alberga a unos 150 argentinos que alguna vez vinieron buscando un paraiso, y yo diria que encontraron algo lo suficientemente parecido como para quedarse.
Mi playa favorita era Cocles, a solo unos diez minutos del hostel por un sendero entre los árboles. A unos doscientos metros de la playa había un islote verde, majestuoso. La playa era larga, y las olas, parecidas a las que conocía de las playas de la provincia de Buenos Aires, pero con un mar más cálido y más azul y claro.
Seguían las playas de Punta Uva, a unos pocos kilómetros. El camino se podía hacer en bicicleta, y pasaba bajo monos aulladores que miraban con ojos sabios desde las ramas de los árboles. No se podía seguir más allá de un pequeño parque nacional, y ya no muy lejos, estaba Panamá.
Así pasaron diez días hasta que me agarró de nuevo ese picazón en los pies que me dijo que era hora de irme. Tomé mi mochila, entonces, y sin pensarlo dos veces me fuí a Bocas del Toro, Panamá, y con tanta decisión dejé olvidados mi toalla, mi traje de baño, y más importante que todo esto, el gorro verde que había comprado en Salta, un gorro que por muchas razones me resultaba especial, y que fue algo más de lo que tuve que desprenderme en este viaje, otra lección para aprender a aceptar las pérdidas, porque uno puede perder todo, y en definitiva no importa, mientras no se pierda a sí mismo.

lunes, diciembre 01, 2008

Elegia

Me sente por atras, cerca del baño, contra la ventana, aprovechando que por ahi habia menos gente y creyendo que las chances de tener alguien sentado al lado eran pocas. Me equivoque. Minutos despues de elegir mi asiento, cuando estaba sacando High Fidelity para empezar a leer un rato, un tipo gordo y andrajoso, con olor a alcohol y ojos vidriosos y rojos, se sento a mi lado. "Te molesta si me siento aca?", me pregunto con una sonrisa. Le respondi que no, claro que no, que le iba a responder, a pesar de que pense que si, por supuesto que si, oles mal y quiero leer mi libro en paz. Lan (asi me dijo que se llamaba) me acompaño durante muchas horas de viaje, y resulto ser un interesante compañero de ruta. De a poco fui enterandome de su historia, que estaba siempre disimulada detras de mentiras y medias verdades que intentaban ocultar y al mismo tiempo decir todo. Me mostro su tatuaje, al tiempo que me decia que no era un tatuaje de mara sino de su pasion, porque el era pescador (y tenia tatuado, justamente, un pez). Me dijo que tenia un par de casas, que habia comprado gracias a su empresa pesquera, me dijo que la madre de sus hijos no lo dejaba verlos porque no estaba de acuerdo con lo que el hacia (no estaba de acuerdo con la pesca?), me dijo que se tenia que ir a Colombia por negocios, y finalmente, con una risita picarona y los ojos inyectados en lava radioactiva, me pregunto, mapa en mano, cual creia que era la mejor ruta para ir de Colombia a Guatemala llevando un cargamento de cocaina. No puedo decir que me resultara sorprendente, asi que con la mayor naturalidad le declare mi ignorancia en el arte de transportar sustancias ilegales en barco desde un pais sudamericano hasta otro centroamericano. Aun asi, me conto sus ideas, sus rutas posibles, y me pidio mi opinion. Luego me dio unos 20 dolares que no le pude rechazar. Me dijo que yo le habia caido bien y que lo habia tratado bien, y que el podia darme ese dinero, asi que era un gusto darmelo. Gracias Lan, entonces. Espero que hayas llegado a Guatemala y que no estes en este momento en una carcel colombiana.
En la terminal de San Salvador estaba Tony, mas gordo y mejor vestido de lo que lo recordaba, y toda la familia de Arturo. Esa primera noche me aloje con ellos. Es dificil relatar esos primeros dos dias en San Salvador, con ellos. Creo que no voy a intentarlo, porque hay cosas que quedan muy cerca del corazon como para confiarlas a la pluma, o el teclado, o lo que sea. Simplemente puedo decir que me recibieron muy bien, que pude ver que tipo de familia habia contribuido a que una persona como Arturo hubiera existido en este mundo, algo de lo que uno debe alegrarse, porque gente como el no abunda, y menos ahora que Arturo no esta mas. Dormi en lo que habia sido el cuarto de mi amigo, y ahi habia un R2D2 gigante, que me trajo recuerdos de esos que te dibujan una sonrisa melancolica en la cara. Con Arturo vivi casi tres meses en Francia, en la comunidad de Taize, y lo mismo que las otras personas que vivieron alla conmigo, era mas que un amigo, era un hermano, cliche y todo como eso suene, los cliches pueden ser ciertos tambien, y eso es lo que los termina transformando en cliches. Su tumba es simple, de colo amarillo un poco gastado por las lluvias. A esta altura ya la deben haber repintado.
A la noche siguiente, paso Tony a buscarme, y me llevo a casa de su primo, Salsa, porque en su propia casa no tenia lugar para alojarme.
La casa de Salsa esta llena de Mickey Mouses y de banderines del Frente Farabundo Marti para la Liberacion Nacional. Es humilde pero comoda. Todas las mañanas me preparaban un desayuno rico en huevos y frijoles, y ocasionalmente una salchica. Por las noches tomabamos cerveza, tocabamos la guitarra, veiamos futbol. De dia, paseamos por la ciudad, una ciudad interesantisima, repleta de cosas que no dejaban de sorprenderme, desde las avenidas desbordantes de malls hasta las calles de casas en ruinas, pasando por los constantes puestos de venta de de todo que copan las calles del centro, y los malos olores que los escapes de los bondis escupen por ahi.
Una de mis cosas favoritas del El Salvador son las Pupusas. Las pupusas, para el que nunca las escucho nombrar, son tortillas de maiz rellenas de frijoles, queso, carne y quien sabe que mas, fritas, y que se comen con una salsa picante rica en repollo. La combinacion de estos elementos que parece tan simple resulta en una gran delicia que, por tan solo un dolar sesenta, puede dejarte en un paraiso pupusistico. Tony no dejaba nunca de invitarme pupusas, cervezas, y todas las cosas que un amigo te invita cuando estas de huesped en su pais, y a quien no ves hace 5 años. Hablamos de todas las cosas de las que hablas con una amigo de esas caracteristicas. Fuimos un dia a verlo a Arturo, porque Tony nunca habia ido a visitar su tumba. El dolor se lo habia impedido. Pero ahi fuimos, dos de los tres amigos y el tercero presente de otro modo, y apoyandonos uno en el otro, le cantamos a Arturo algunas de sus canciones favoritas de Taize, y por primera vez en mucho, mucho tiempo, hice una timida oracion. Lejos quedaron los dias de Francia, lejos esas noches de mate y charlas, esas esperanzas de un futuro que para todos fue distinto, y para Arturo no fue. Su destino fue otro, fue morir para no morir, para nunca decaer y ser siempre joven, siempre un tanto inocente e increiblemente bueno, siempre vivir para otros, y morir para otros, y vivir en otros, en sus corazones, en sus memorias, en recuerdos de charlas y canciones, y palabras sabias, muy sabias, de esas que quedan marcadas a fuego en los que las oyeron. No puedo decir mucho mas, aunque haya tanto, tantisimo mas para decir. Me tomaria infinitas palabras plasmar mis sentiemientos, y aun asi no serian mas que un reflejo torpe. Pero hacia 5 años, les habia prometido a Tony y a Arturo una visita, y estoy feliz de haber cumplido, aunque me duela que mi visita haya llegado, ay, demasiado tarde.

lunes, noviembre 03, 2008

Meditacion, contemplacion, paz, y los Beatles

LLegamos a Panajchel con una lluvia torrencial que no ayudo a que disfrutaramos la ciudad, que con sus calles rebosantes de turistas vestidos de camisa hawaiana y bermudas, sentados en restorantes con sobreprecios y Mana como musica predominante. Con esto quiero decir lisa y llanamente que me parecio una cagada. El hospedaje salio apenas 20 quetzales, que seria algo asi como 2.3 dolares, que seria vaya uno a saber cuantos pesos argentinos con todo esto de la crisis economica y el peso que baja, y el dolar que sube, pero claro, ya nadie confia en nada, ni en el dolar que sube, porque ya nadie confia en un sistema que entra en crisis cuando nadie confia en el, como una especie de religion que solo funciona si tenes fe, como un dios que depende de la fe de los hombres para existir. Pero no pense todo esto en ese momento, pense que era barato y listo. Solo una noche en Pana, y al dia siguiente cruzamos el Lago Atitlan. Las montañas altas que rodean el lago estaban en todos lados, alrededor nuestro, cercando al antiguo Atitlan y sus aguas milenarias, como guardianes, como murallas protectoras, como paredes, o montañas, que es lo que son en definitiva.
Del otro lado estaba San Pedro. De inmediato me gusto. La calle que ascendia desde el muelle, los cafes frente al lago, la gente que se deslizaba sin apuro de un lado al otro al ritmo de Bob Marley. Nos quedamos en un hotelito con un muelle en el que pase noches mirando las estrellas, o mañanas nadando, o tardes tocando el charango, o a veces intercambiando e intercalando los charangos con las mañanas, o las tardes nadando, pero no las estrellas en ningun momento que no fuera la noche, por razones que el lector seguro comprendera.
Pase cinco dias en ese lugar, con un clima general de paz. Recuerdo una tarde en que me sente a escuchar a los Beatles, a la orilla del lago. En realidad no iba a escuchar a los Beatles, hombre de poca fe, porque pensaba que ya habia escuchado demasiadas veces el Album Blanco y que queria escuchar algo distinto, pero despues de dar tres o cuatro vueltas por los cuatro gigas de musica que hay en mi mp3, decidi intentar con Album Blanco nomas. Y claro, el resultado fue inmediato, con Back in the U.S.S.R. que me trajo una sonrisa como en un avion, pero que en realidad es Paul McCartney silbando. Escribe cien veces en el pizarron: "No volvere a dudar de los Beatles" y rezale a San Paul McCarntey martir.
Otro de esos dias fuimos a San Marcos de la Laguna, otro pueblo enfrente de San Pedro, famoso por ser centro de alguna clase de energia meditatoril que hace que muchas personas acudan al pueblo a ver si meditan un poco mas, o un poco mejor, o un poco aunque sea. Es chiquito, esta compuesto por calles estrechas, muchos arboles, algun que otro bar/restaurante, una escuela, una iglesia, una plaza, una libreria, y muchos, muchos centros de meditacion y de yoga, incluyendo a uno que esta hecho de piramides, o sea, que todos sus edificios tienen forma de piramide, porque se dice que atraen especialmente a la energia, o quizas que ayudan a canalizarla.
Y otro dia, despues de una noche en que dos salseros (uno de ellos con un solo ojo) intentaron por todos los medios levantarse a las dos suecas (lo que incluyo, ya luego de mi partida, una explicacion detallada de todo lo que haria, segun me reportaron las suecas en otro encuentro posterior), decidi que era hora de seguir camino, y en un viaje no demasiado emocionante en combi, fui a Antigua, o sea Antigua Guatemala, que como su nombre indica, es la antigua capital de Guatemala.
Parecida a San Cristobal de las Casas, o Salta, pero claro, no. Mucho mas homogenea que cualquiera de esas dos ciudades, las constantes casas bajas de colores similares (y mas aun a los ojos de un daltonico)dificultan la navegacion, y uno termina perdido como turco en la neblica, con la salvedad que la ciudad es chica, y en definitiva luego de un par de vueltas siempre llegas a algun lugar reconocible, como la plaza central con sus palomas de plaza central, sus vendedoras vestidas de vestido tradicional, hombres de sombrero y pistola en el cinto, un predicador vestido de negro al que nadie escucha (heroico, inutil), colegiales, muchos colegiales vestidos con sus uniformes blancos y azules, y en fin, gente que vive y camina por ahi.
No habia mucho que hacer, pero sin embargo me quede en esa ciudad cerca de una semana, caminando por las calles empedradas o comiendo burritos en un lugar super barato, hasta que a una amiga le toco una tapita de cerceza dentro de su burrito, pero fue bueno mientras duro y no hubo heridos, gracias por preguntar. Dentro del negocio habia un poster gigante que decia "America's most wanted", y tenia las fotos enormes y birllantes de distitnos tipos de marihuana, y el dueño me dijo que era el "otro" menu.
Y un buen dia, me tome una serie de buses a El Salvador, a ver a mi amigo Tony y a encontrarme con la familia de Arturo. Arturo, que no esta mas alla porque quien sabe a donde ande o que habra sido de su energia cuando murio en un accidente de transito dos años atras.

martes, octubre 21, 2008

Sister Bluebird

Si no hubiera estado tan entusiasmado por el viaje, no habria podido levantarme de tan buen humor a las 5:30 de la mañana. Pero ahi estaba, con una gran sonrisa mientras esperaba que Julia y Maddie se desesperezaran para emprender el camino hacia Guatemala. La idea, en principio, parecia bastante simple: tomar algo desde San Cristobal hasta Tapachula, cruzar ahi la frontera, y de ahi agarrar algo para Antigua.
"No, Tapachula te queda muy lejos. Tienes que ir hasta La Mesilla, y cruzar ahi", me dice el boletero de la estación de buses de segunda clase, mi favorita.
"¿Y como voy?"
"Tomas dos camionetas hasta Ciudad Cuahutemoc, de ahi un taxi hasta La Mesilla. Ahi cruzas la frontera y tomas un bus desde ahi."
Y ahi fuimos, en dos combis hasta Ciudad Cuahutemoc, y de ahi tomamos un taxi que nos cobró de más hasta La Mesilla, y ahí, entre puestos de venta de lo que sea, mucha suciedad y malos olores, pasamos por migraciónes, y estábamos en suelo Guatemalteco. Ya de ése lado de la frontera, empecé a preguntar por la parada de los buses de Estrella Amarilla, que iban directo desde La Mesilla hasta Antigua. Todos me decían que estaba unos pocos metros más adelante, y ahí íbamos, las dos suecas y yo, camino arriba con nuestras mochilas a cuestas. El calor y el monóxido de carbono, que reinaba por sobre todo otro gas, me estaban dando dolor de cabeza. Sudaba tanto que realmente comprobé que somos 70% agua, y de hecho creo que yo andaba por el 50% con suerte. Las suecas la llavaban peor. Ya ni siquiera hablaban, excepto para quejarse o decirme que preguntara una vez más por la estación de buses.
La ciudad estaba desapareciendo entre los montes, y el camino se extendía por los siglos de los siglos, amén, hasta que llegamos a una curva. Las suecas casi se amotinan. Pregunté una vez más, y me indicaron que nuestro ansiado destino estaba del otro lado de la curva, y esta vez era cierto, pero resulta que el equipo de fútbol de La Mesilla tomaba ese bus los sábados, y por esa razón no saldría hasta el día siguiente. Nos pusimos a putear, y hasta el cielo se nos unió en la tristeza, descargando sobre nosotros una hermosa lluvia fresca que a mi no me venía mal para lavarme la traspiración.
Mientras estaba parado bajo la lluvia listo para largar mi mejor puteada, unas personas me dijeron que esperara a la vera del camino (siempre quise decir la "vera" el camino, pero no había tenido muchas chances de usar esa palabra. Generalmente termino diciendo al costado, lo cual suena más natural, pero me importa tres belines.), porque por ahí pasaba un bus a Huehuetenango (cariñosamente llamado "Huehe"), desde donde podía tomar uno a Cuatro Caminos, y desde ahí sí, llegar a Antigua. No tuve que esperar mucho para que un colectivo viejo y pintado de muchos colores se asomara por el camino. Le hice señas, y el bondi Bluebird, en su modelo Canadian Bluebird, se detuvo frente a nosotros. Su motor bramaba como un bisonte con catarro, y se pedorreaba humo negro. Un ser sobrehumano con la agilidad de un mono entrenado por Bruce Lee, tomó nuestro equipaje y lo puso en el compartimento del techo. Dentro del bus había bastante lugar, y nos sentamos por atrás, en asientos cercanos. Yo estaba al lado de un señor que cargaba instrumentos de jardinero y balbuceaba palabras ininteligibles. En el asiento contiguo estaba sentada Julia al lado de un niño. Maddie estaba delante mio, y en el asiento justo delante del suyo, había un tipo que no disimulaba ni un poco para mirarla. La cabeza dada vuelta, mirándola fijo con ojos impenetrables. Yo, a su vez, sin saber si convenía ser bravucón o quedarse en el molde, me limitaba a mirar fijo al tipo este, con la esperanza de que eso lo amedrentara un poco, y de que no lo tomara como una amenaza y me destripara al bajar, lo cual como todos sabemos, es perfectamente factible. Pero el viaje no tuvo sobresaltos, aunque sí muchos saltos del bus en los caminos del norte de Guate, y también un exceso de población, siempre entraba uno más en el bus, y ya éramos cuatro sentados en asientos diseñados para dos personas. Dos horas después, llegamos a Huehuetenango. Ni bien bajamos nos asaltó un grupo de mensajeros busísticos, que tiraban de nuestras mochilas y nos preguntaban nuestro destino. "Cuatro Caminos", "Por aquí, deje, yo lo llevo" y así nomás terminamos en otro Bluebird que nos llevó en un viaje similar al anterior, pero un poco peor, más superpoblado, y que ocasionó bajas en el mundo canino al atropellar sin piedad a un perro en la ruta, ante el llanto desconsolado (no tanto, pero casi) de las suecas, que resulta que son vegetarianas y defienden a los animales, porque en su país las cosas andan bien y tienen tiempo libre para preocuparse por esas cosas.
En algún momento del trayecto, pero no se bien cuando, decidimos que íbamos a ir a San Pedro, en el Lago Atitlán, porque quedaba más cerca que Antigua, y además nos habían dicho que era muy lindo.
En Cuatro Caminos decidimos parar un momento a recuperar fuerzas, comer algo, ir al baño, y averiguar cual era la mejor manera de seguir. Para ello tuvimos que pelear por nuestras mochilas con la gente que queria meternos en uno de sus bondis yendo a quien sabe donde, que tironeaba de nuestro equipaje constantemente y entendia la palabra "No" recien a la quinta vez que uno la repetía. Finalmente descubrimos que si queríamos ir a Panajchel, en el Lago Atitlán (que es destino obligado antes de ir a San Pedro), debíamos ir primero a otra ciudad (cuyo nombre se perdió en las arenas de mi memoria) y de ahi, finalmente, tomar un último y triunfal colectivo hasta el Lago Atitlán. Esta última etapa fue igual de incómoda y divertida que las anteriores, pero con el ingrediente de la lluvia (un condimento usual en todos mis viajes). LLegue a Panajchel mojado, sucio y agotado, pero más que nada, feliz de no haber tomado el bondi directo. Había gastado menos de la mitad, y había visto más del doble.

jueves, octubre 02, 2008

Brevario de una etapa

Al dia siguiente se armó un grupo de gente que iba para San Crsitobal de las Casas compuesto por Ciaran y Peter, de Irlanda, Jon y Daniel, de Inglaterra, Madeleine y Julia, de Suecia, y yo, que ya me conocen.
Al bajar del bondi, nos asaltó un grupo de propagandistas de hostels, con sus panfletos y sobredosis informativa. Decidimos que era mejor verlos por nosotros mismos, y salimos a caminar por las calles coloniales de San Cristobal. Yo me quedé en un hostel llamado Casa Babylon, pequeño y copado, el dueño es un italiano y estaba, para mi sorpresa, lleno de argentinos. (Lleno, claro, es una manera de deicr, porque el hostel no tiene tantas camas). El resto fueron a otro hostel, mas grande, mas equipado, menos intimo y mas caro. En San Cristobal actue de una manera bastante antiturista, o turistica a mi propia manera, no fui a ver museos ni entre a las iglesias coloniales (a una si, la de San Francisco, que era linda), porque la verdad que todas esas actividades me tenian cansado. Mas bien me dediqué a caminar por las calles de la ciudad, visitar el mercado, ir a un centro de medicina maya, y jugar al futbol con Julio, un chico hijo de la persona que atendia el centro medicinal. Por las noches nos juntabamos a beber y salir por ahi, a bailar salsa en bares y beber por ahi, bailar otras musicas y beber por ahi, y en fin, beber por ahi. Fueron dias divertidos.
Luego de San Cristobal fuimos a Palenque, a un camping en medio de la selva un poco demasiado arreglado para turistas, con restaurantes que pasan musica tocada con flautitas, como si asi fuera mas selvatica, pero que parecia musica de ascensor. Hotel California en formato jungla de muzak. Tambien habia gente que hacia espectaculos con fuego y tambores, todo muy afin al lugar, y nada que me entusiasmara demasiado. La selva, eso si, se elevaba indiferente a toda esa parafernalia, y los arboles seguiran alli cuando el circo se haya ido.
Cerca del camping se encuentra el sitio arqueológico de Palenque, el más grande que ví hasta ahora, muy copado, pero, la verdad, uno puede ver una cierta cantidad de ruinas antes de que todas le parezcan lo mismo, y creo haber llegado a ese momento. No es que las ruinas no sean interesantes, ni que las construcciones no sean imponentes, ni que la imaginación no vuele al ver esas cosas. Pero no soy ni antropólogo ni arqueólogo, por más que me guste tararear la canción de Indiana Jones, y además, ninguno de esos lugares es virgen y misterioso. Todo ha sido descubierto, y ya los misterios son más bien elementos en exposición.
Palenque fue el último destino de ese grupo, que se disolvió en partes intercomunicadas que seguirían reencontrándose en el futuro. Peter, Ciaran y Daniel partieron para Cuba; Jon se fue a Tikal, a ver más ruinas, y Madeleine, Julia y yo volvimos a San Cristobal para empezar nuestro periplo hacia Guatemala, que transcurrió entre bondis atestados de gente, caminatas escarpadas, atropellos de animales, miradas extrañas, derrumbes en la ruta, y fue uno de los viajes más divertidos que haya hecho hasta ahora.

viernes, septiembre 26, 2008

Vagabundos del Dharma

Dicen aquellos que llevan mochilas en su espalda que en Puerto Escondido solo hay dos lugares a los que ir a la noche: Wipeout, un bar donde se juega al pool, y Barfly, una terraza frente a la playa. Wipeout tiene un poco de onda. Barfly no. La música no tiene criterio alguno y está lleno de surfers que tratan a toda costa de conseguir una concha. Por supuesto que hay otros lugares a los que ir en Puerto Escondido a la noche, pero a aquellos que llevan mochilas en la espalda a veces solo se les ocurre ir a lugares a los que van aquellos que llevan mochilas en la espalda, y a quien quiero engañar, ahi fui yo tambien. Madeleine y Julia, dos hermosas chicas suecas, estaban rodeadas por aquellos que llevan remeras ajustadas, en general australianos, que ademas eran aquellos que les ponen los brazos alrededor de la cintura a las chicas antes de preguntarles y el nombre, y aquellos que buscan conchas a costa de su propia dignidad, aceptando varios rechazos consecutivos antes de ir a probar suerte con otra chica, quizas no tan linda pero mas facil que las dos hermosas suecas.
La noche paso sin pena ni gloria hasta eso de las cuatro de la mañana, cuando ya cansado de tanta testosterona decidi volver al hostel. Comparti un taxi con un aleman, Marcus, y Brooke, una estadounidense. Marcus se fue a dormir, y yo estaba a punto de hacerlo cuando Brooke me dijo que ella no tenia sueño, y que si queria ir a ver si Wipeout seguia abierto. En Wipeout se habian quedado algunas personas de nuestro hostel, asi que me dije que por que no, y fuimos a ver que onda.
Estaba cerrado, pero justo en ese momento vemos a Ponch y Daniel vagando por las calles acompañados de algunas personas que no conocia. Nos unimos a ellos y fuimos a la playa, a fumar un faso y charlar un poco. Ponch nacio en la India, pero vive en San Francisco. Es un budista entusiasta, y es capaz de quedarse subitamente callado, meditando. Daniel es ingles, y pasa horas tratando de resolver un cubo rubik. Ya casi lo logra. En el grupo tambien estaba Kimberly, otra budista de EE.UU., y dos mexicanos que solo hablaban de drogas. Cuando me uni a la conversacion, Kimberly, Ponch y Daniel estaban hablando sobre Karma.

- "Yo creo en el karma, lo que uno hace vuelve de una manera." (Daniel)
- "Pero no se si es algo tan directo. Yo no creo que sea algo tan asi como causa y efecto." (Kimberly)
- "Bueno, como lo veo yo, si todos somos parte de una energia que nos trascende, cualquier daño que uno haga es un daño al todo y cualquier bien que uno haga es un bien al todo. No necesariamente ese mal va a volver de forma directa, pero es un daño a la existencia entera." (Yo)
- "Exacto, eso es lo que quiero decir." (Kimberly)
- "Yo antes no creia en estas cosas. A mi todo eso me parecia una sarta de idioteces, eso del arbol que cae y todos esos haikus, hasta que empece a meditar, y pude vivir muchas cosas." (Ponch)
- "Si, es increible todo lo que uno puede sentir. Realmente uno se siente parte del universo." (Kimberly)
- "Para mi fue una novedad, porque yo soy ingeniero, mi mente siempre funciono de otra manera, y ahora estoy aprendiendo a reestructurar mi mente, todo mi ser." (Ponch)
- "Bueno, yo tambien estoy reestructurando cosas. Siempre fui cristiano, y hace unos años deje de creer, realmente negaba cualquier cosa, toda vida espiritual. Pero ultimamente tuve algunas... intuiciones." (Yo)
- "¿Que intuiciones?" (Ponch)
- "Bueno, ni yo mismo se explicarlo. Creo que somos parte de un todo, parte indispensable del todo, pero al mismo tiempo el todo existe sin nosotros..." (Yo)
- "No..." (Ponch)
- "Lo se, es como un antibudismo en esa parte, pero espera..." (Yo)
- "Ok" (Ponch)
- "...Somos indispensables y al mismo tiempo prescindibles. Pero tenemos una energia, que podemos llamar alma o como queramos, y la union de esas energias, la energia de todo lo que existe, es lo que conforma la existencia. La energia es constane en el universo, por eso no se que pasara cuando morimos, quizas nuestra energia vuelva al todo y de ahi a otro ser." (Yo)
- "Eso es la reencarnacion, creo yo" (Kimberly)
- "Y esa energia tambien es el karma. Eso es lo que se daña o bendice." (Daniel. Poco despues de esta acotacion, Daniel cayo rendido de cansancio en la playa, y costo mucho despertarlo).
"Piensen que todos somos escenciales para el universo. Si tu pudieras desaparecer de pronto, significa que yo tambien podria desaparecer, que esta playa podria desaparecer, que el universo podria desaparecer. Asi que tu eres escencial para el universo.... uff, tengo que mear." (Ponch)
- "¡Gracias Ponch, tu meo es escencial para el universo!" (Kimberly)

Al rato todos fuimos a dormir, un poco mas iluminados y un poco menos solos que antes.

sábado, septiembre 20, 2008

Good Vibrations

Andrew lleva diecinueve años viajando. No ininterrumpidamente, pero tambien podriamos decir que si. Conoce mucho, sabe bastante, es muy divertido, tiene el pelo largo y un gorrito claro entre playero e indigena, y un gusano dentro del pie.
Diecinueve años es mucho tiempo, demasiado, pienso yo mientras hablo con el. No se si quisiera hacer esto dentro de diecinueve años, o quizas si, quien sabe, quizas el tampoco lo pensaba. Pero diecinueve años es mucho tiempo. Uno, dos, tres... pero diecinueve... Es el bicho del viaje, que te pica y cagaste.
Con Andrew, y otros personajes del hostel, incluyendo tambien a Noga, con quien despues me iria a Puerto Escondido, salimos la noche de la independencia en Oaxaca, a ver la multitud reunida en la plaza central, o zocalo, mojandose con espuma (y rociandola sobre nosotros, el grupo de gringos que no necesariamente eran gringos pero anda a explicarlo), comiendo hot dogs, escuchando la banda militar ("La musica militar es a la musica lo que la justicia militar es a la justicia" - Groucho Marx), y celebrando. "¡Viva Mexico!" grita una voz que puede ser el alcalde, governador, o quien sabe que, y todos gritan ¡Viva Mexico! y muchos agregan ¡Cabrones!, y hay mas espuma por todos lados y estamos todos salpicados de blanco.
Los fuegos artificiales que salian por detras de la iglesia eran impresionantes. Ruidosos y luminosos y duraban por siempre, y caian los restos de papeles humeantes desde el cielo y mucho corrian a cubrirse la cabeza y otros nos quedabamos ahi maravillados, con montones de cenizas y papelitos quemados en el pelo.
Un bar barato luego, algunos tequilas, no suficientes para una borrachera, mi presupuesto no me permite emborracharme en bares. Sacamos unas fotos divertidas y ya. No fue una gran noche de joda, solo un par de tragos y a la cama.
Al dia siguiente no hice nada. La noche anterior habia arreglado con Noga, espontaneamente, ir a Puerto Escondido. Pase a buscarla por el hostel a las doce del mediodia, y ella recien se habia levantado. Aprovechamos el dia para ir a pasear y ver a mas y mas y mas milicos y policias desfilando por las calles, lo que siempre me pone nervioso, y aca en Mexico hay muchos y por todos lados, especialmente cuando hay desfiles del dia de la independencia y todos lustran sus fusiles y metralletas para mostrar que sus instrumentos falicos de poder y violencia se ven bonitos a la luz del sol, y caminan con disciplina ferrea e innecesaria y me cuesta mucho imaginarme que puedan ser felices.
A la noche tomamos un bus de segunda clase, mucho mas barato y no tan terrible como algunos suponene, y viajamos a traves de un camino de montañas y curvas imposibles que duraron horas interminables, Noga tomo una pastilla para dormir y se durmio nomas, yo apenas dormite un poco porque daba demasiadas vueltas, era como una montaña rusa, de izquiera a derecha y de derecha a izquierda, subiendo y bajando por los caminos de Oaxaca. Cada tanto a un lado y otro las luces de un pueblito nos saludaban al pasar, o eso pensaba yo.
LLegamos de madrugada a Puerto Escondido y fuimos a un hostel llamado Mayflower. Entramos a las 6 de la mañana, y yo tarareaba "I was riding on the Mayflower when I though I spied some land...". Tuvimos que esperar una hora y media a que pudieramos entrar a la habitacion, asi que salimos a caminar por la ciudad, que apenas se despertaba y daba bostezos antes de tomar el desayuno. El Pacifico estaba ahi, a mi derecha, en playas angostas y sin brisa alguna. El aire estaba quiero mientras el mar iba y venia, y decidi mojar mis pies en ese oceano por primera vez.
Despues volvimos, porque Noga estaba medio dopada aun de las pastillas para dormir que habia tomado para soportar el terrible viaje desde Oaxaca.
Esa tarde cuando desperte teniamos un nuevo compañero de cuarto. Era un rubio alto, de cabello parado y sonrisa enorme. Vincent, de Quebec, fue un buen compañero de un par de dias de viaje, siempre dispuesto a compartir algo para fumar con quien sea. Tambien compartio conmigo informacion vital sobre economia y sociedad canadiense. Luego de una larga caminata por la playa, nos sentamos a tomar una cerveza, mirando el mar y charlando de cosas. Mientras caminabamos de vuelta la arena se desmorono a mis pies y cai de culo hacia el mar. Me rei mucho.
Las olas en esa parte son enormes. Las mas altas que haya visto, y tienen una velocidad increible. Puerto Escondido es una ciudad frecuentada por surfers, y no es raro que este llena de australianos. Y fue de hecho una australiana, Amy, quien me enseño los rudimentos del surf.
En mi segundo dia en Puerto Escondido fuimos a una playa llamada Carrizarillo. No es particularmente linda, aunque el color de la arena amarillo claro (no, no es blanca tampoco) esta lejos del color de la de la costa argentina. Pero aparentemente es un buen lugar para hacer surf. No elegimos un buen dia porque casi no habia olas, pero al mismo tiempo quizas haya sido un buen dia para una primera vez. Al principio le tenia un poco de miedo al mar, debo admitir. Mas a ESTE mar, que tiene tanta fuerza y tanta profundidad subita, pero tenia que hacerlo. "Mis amigos no me lo perdonarian si vengo hasta aca y no hago Surf", me dije, y ademas no me gusta que el miedo me diga lo que tengo que hacer, asi que alquilamos una tabla por 80 pesos mexicanos y entre al mar. Amy nadaba a mi lado, dandome las instrucciones. Al principio el desafio era encontrar un blance en la tabla y poder chapotear por ahi. Luego fue pararse en la tabla. Ya tenia la teoria en la cabeza, pero la mayoria de las veces me para muy rapido, o perdia el balance. "You have to feel the water, the sea will tell you what to do" me dijo Amy. Me relaje y me dedique a sentir el agua. Fui consciente de la vastedad del mar. De su fuerza, y tambien de su gentileza. Por un momento, nos conectamos Ella (porque seria correcto llamara La Mar) y yo. No pense mas en la teoria, o en que hacer. Solo deje que La Mar me dijera cuando y me pare en la tabla. Una vez parado, mi propia alegria me hizo desconcentrarme y cai al agua, pero por unos segundos estuve de pie, triunfal sobre la inmensidad del oceano.

lunes, septiembre 15, 2008

Gente que anda por ahí

LLegué a la estación de omnibus de Aguascalientes ya casi sin resaca. Al rato pasó Adrián a buscarme, y estuvimos recorriendo la ciudad. Chalramos de esas cosas de las que hablan los amigos cuando hace 5 años que no se ven, y ya no son quienes eran, pero siguen siendo amigos. Ahí estuve unos 5 días, en los que además visitamos Zacatecas y Guanajuato. Ambos son pueblos de unos 450 años y con bastantes cosas medievales. Zacatecas no sigue el típico esquema de las ciudades españolas porque no fue planeada, sino que creció a partir de una mina. La visitamos, está aggiornada para el turismo y ya no se extraen metales, y tiene un fantasma dentro, o eso dicen, como cualquier mina que se precie.
A Guanajuato fuimos con un amigo de Adrian y con un amigo del amigo de Adrian, bah, en realidad nos lo encontramos ahi, no al amigo de Adrian sino al amigo del amigo. Muchos, muchos tuneles, por todos lados, así es Guanajuato, pero además es mucho, mucho medioeva, en la arquitectura, y en las callejoneadas, donde van unos tipos juglareando por ahi con mucho alcohol de por medio. En Guanajuato comí los mejores tacos que haya probado, con la tortilla hecha a mano y con ese gusto a poco saludable que tan rico queda.
Una de esas noches en casa de Adrian, escuché un ruitido mientras dormía. Me levanté, prendí la luz, y me agaché a mirar que era lo que causaba el ruido. Escuché un "Andale, andale, arriba, arriba" y ahí pasó Speedy Gonzalez, auténtico ratón mexicano, por delante mío, lo cual ocasionó un salto involuntario de mi parte que me llevó a estar, súbitamente, sobre la cama. Rápidamente recuperé mi usual valentía, y fuí nomás a avisarle a Adrian que había un ratón, o una rata, porque todavía pensaba que podía ser una rata. No hubo más señas de él. Con su velocidad, ya podría estar en cualquier parte.
El último día cenamos con Claudia, otra vieja amiga de Taizé, y esa noche tomé un bondi al DF, un lechero incómodo pero que me llevó a destino por menos dinero, y de ahí (del DF), tomé otro para Puebla. En la terminal me encontré con Daniel, un couchsurfer (www.couchsurfing.com) que me alojó en su casa, y con él y el Topo, un amigo, fuimos a Cholula, donde hay una pirámide que parece una colina, frondosa, y sobre ella hay una iglesia, que parece estar sobre una colina, pero está sobre una pirámide, y a la que se puede entrar (tanto a la pirámide como a la iglesia, pero la novedad es entrar a la pirámide), onda Indiana Jones pero pedorro, porque apenas hay un recorrido fijo, bien iluminado, y cada otro camino está cerrado, y no tiene trampas letales ni vívoras.

"Odio a los argentinos", me dijo el flaquito en la fiesta a la que fuimos esa noche. De ahí en más, fué un pelotudo el resto del tiempo, de los que tienen un preconcepto bien formado y no solo no lo cambian sino que pretenden hacerte encajar en él. Ya que estaba de local y con varios amigos, decidí ignorarlo. Me sené cerca de la única chica linda que vi, pero todos, incluyendola, se levantaron. Todos menos una chica rubia de ojos claros y 50 kilos de más. ¡Era una trampa! Parece que esta chica había expresado interés en mí, y se aprovecharon de mi ebriedad para dejarme sólo con ella. No duró, a la primera excusa me levanté y ya no volví.
Al día siguiente Dani me llevó a conocer la ciudad, y hubo algunas cosas curiosas, que ya se verán en algunas fotos. Esa noche nos quedamos charlando y escuchando música y tomando whisky, afuera llovía, y al día siguiente tomé el bus a Oaxaca.
Esto fué ayer. Conocí una galesa que ya tenía reserva en un hostal, y me qadherí, porque llovía y no quería buscar algo por mi cuenta. Cuando más tarde revisé el correo me enteré que algunas personas que había contactado por couchsurfing estaban en el hostel Mezkalito, y hacia allá fuí. Buena gente, charlamos bastante anoche, casi todos hablan español, y hay una canadiense muy linda.
Hoy hicimos un viajecito a Mitla. ¿Quienes? Matt, de EEUU, Andrew, de Australia, Jade (creo que se escribe así) de Canadá, Sarah, de Gales, y yo.
En el camino (o fuera de él, porque nos perdimos) fuimos a Mazatlán, capital del Mezcal, y comimos pollo asado barato y rico. Seguimos por nuestra ruta equívocada viendo paisajes hermosos y cantando canciones de los Beatles, hasta que nos dimos cuenta que íbamos mal y volvimos a corregir el rumbo.
Mitla es interesante, pero creo que uno no debe ver demasiadas ruinas en poco tiempo. Más me gustó el entorno, los cerros y todo el verdor que se extiende en todas direcciones, con piedras que salen acá y allá y ahí, en alguna que otra parte, un pueblito.

martes, septiembre 09, 2008

Mexico City Blues

Quise tomar el metro hasta Indios Verdes, donde me iba a encontrar con Laura para ir a Teotihuacan, pero habia demora y termine yendo en taxi. En el DF hay tres tipos de taxis. Unos son escarabajos, tambien conocidos como ponchos, pero no da jugar al "poncho no juego más" porque hay demasiados en Mexico. Estos son los más baratos, pero también los más peligrosos, o eso dicen. Otros son blancos con una franja quizás roja, que tiene taxímetro y tampoco son caros, aunque unos cuantos te quieren cagar. Los terceros no se de que color son porque el mundo del daltónico tiene colores inciertos, pero como son excesivamente caros, tampoco me voy a preocupar mucho por ello. Me tomé, como decía, un taxi (de los de taxímetro) hasta Indios Verdes. Laura estaba en la entrada del metro, fácilmente reconocible. Desde ahí tomamos el bondi a Teotihuacan. Para los que no son versados en culturas precolombinas de America:
"Teotihuacan (náhuatl: Teōtīhuacān, 'Ciudad de los dioses') es el nombre de una zona arqueológica localizada en el valle del mismo nombre, que forma parte de la Cuenca de México. Dista unos 40 kilómetros al noreste de la Ciudad de México y forma parte de los municipios de San Juan Teotihuacan y San Martín de las Pirámides, en el noreste del estado de México. Aunque la ciudad llegó a tener una superficie de aproximadamente 20 km2, en la actualidad, el conjunto de monumentos arqueológicos que se encuentra abierto a la visita del público representa aproximadamente la décima parte de la ciudad original.

Desde el periodo mesoamericano, la ciudad de Teotihuacan fue objeto del interés de los pueblos que sucedieron a los teotihuacanos en Mesoamérica. En el Templo Mayor de México-Tenochtitlan se han descubierto numerosas reliquias de origen teotihuacano, por lo que se ha llegado a la conclusión que entre los primeros exploradores del yacimiento arqueológico se encontraban los propios mexicas. No fue sino hasta finales del siglo XIX cuando se procedió a la restauración de los monumentos más sobresalientes de la ciudad: los basamentos hoy conocidos como Pirámide del Sol y Luna, localizadas en las inmediaciones de la Calzada de los Muertos, llamada así por investigadores de principios del siglo XX.

Teotihuacan fue inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Se trata de la zona arqueológica con mayor afluencia de turistas, por encima de sitios como Chichén-Itzá o Monte Albán. A pesar de lo que pudiera suponerse a partir de la gran cantidad de monumentos restaurados que conforman el sitio, las excavaciones arqueológicas en Teotihuacan continúan hasta nuestros días, y han dado como resultado un paulatino incremento en la calidad y cantidad del conocimiento que se tiene sobre esta ciudad, de la que, por cierto, se desconocen cuestiones tan importantes como su nombre original y la filiación étnica de sus fundadores. Se sabe, en cambio, que fue un sitio cosmopolita, por la presencia documentada de grupos originarios de la costa del Golfo o los Valles Centrales de Oaxaca."

Eso nos dice Wikipedia. Gracias Wiki. Paseamos entre las ruinas todo el dia. Subimos a la Piramide del Sol y vimos mariposas, y hablamos con franceses, y sacamos fotos, y el dia fue bueno. Buen clima, buena onda. Parecia que iba a ser una buena despedida. A la noche, ya no. Otra elipsis aca, claro. Pelea, charla, despelea, un poco de dulzura, adios. Tango, mucho tango. Carajo, como puedo ser tan porteño a veces, incluso en Mexico. Naranjo en Flor, que me explotaba una y otra vez de la garganta.
Con los ojos aun mojados, me puse a buscar un cable usb para mi camara digital, que no funcionaba. Suena sencillo, pero no fue tarea facil. Desde las 11 am hasta las 6 pm buscando un cable que nadie tenia, porque resulta que Kodak hace los cables como para que nadie los tenga. Entré y saíi de todo tipo de tiendas de electronica y/o fotografia, y en alguno de tantos negocios dejé olvidada la boina que me había regalado mi abuelo, y asi volvemos a cuando escribí lo que escribí la vez pasada, con eso de aceptar las perdidas. Una mancha más al tigre.
Esa noche Cora y yo vimos Blade Runner. Cora se quedo dormida, yo disfrute la peli. Apropiada para el dia. Creo que fue ese el dia, la memoria me resulta complicada ahora, casi a las 4 de la mañana de unos dias despues.
"I've seen things you people wouldn't believe. Attack ships on fire off the shoulder of Orion. I've watched c-beams glitter in the dark near the Tannhäuser Gate. All those ... moments will be lost in time, like tears...in rain. Time to die." (Ultimas palabras de Roy Batty.)
Si no fue ese el dia, fue el siguiente. En el otro, o en alguno de esos, Cora y yo tuvimos unas buenas charlas, con alcoyanas. Ella se acuerda de Kanal K. ¿Cuantos se acuerdan de Kanal K?
Al dia siguiente, si asumimos que mi orden cronológico es correcto, fui a Coyoacan, donde pasé por la casa donde asesinaron a Trotsky y la casa de Frida Khalo y Diego Rivera. Ambas son ahora museos. Para moverme de un lado a otro por la ciudad siempre usé el metro, y creo que este sistema de transporte tan escencial para la ciudad de Mexico merece unas palabras.
Primero, quiero decir lo bueno: Une a casi toda la ciudad (y en el DF eso es una hazaña) y hay suficientes combinaciónes como para que uno pueda ir siempre de A a B, o de B a C, o de H a Z, que se yo. Además, es barato, solo dos pesos mexicanos, que serían unos sesenta centavos en Argentina, centavo más o centavo menos. Hay estaciónes que tiene música. En Bellas Artes un día sonó Revolver (si, el disco de los Beatles) todo el tiempo. Cuando la música no está en la estación, está dentro del subte (¿o debería decir metro?) mismo. En casi todas las estaciónes sube alguien con un amplificador o parlante de algun clase y un discman, y vende discos de MP3 o compilados, de música generalmente horrible. No ví a nadie comprar uno de esos discos, sin embargo. Alguien debe hacerlo, seguro, aunque el por qué me resultaría misterioso.
En mi último día de la primer etapa en el DF fui al parque de Chapultepec y al museo de Antropología, enorme y fabuloso y lleno de cosas lindas o locas o impresionantes o todo eso. El recorrido desde la prehistoria me hizo sentir parte de una familia enooooooooooorme que algún día salió de África.
Esa noche cociné empanadas salteñas para mis anfitriones. Mientras las preparábamos, Cora y yo bebíamos cerveza. Mucha. Y escuchábamos música y bailábamos. El resto no había terminado de comer y nosotros, ya con una buena borrachera a cuestas, decidimos salir. Fuimos primero a un lugar que no puedo llamar bar ni pub ni cantina ni nada. Debe tener un nombre, pero yo lo ignoro. Tomamos, junto con unos amigos de Cora, una caja de cervezas. Después fuimos a Garibaldi. Allá había mariachis, como debe ser en Garibalid, que se caracteriza por ser una plaza llena de mariachis, y he ahí su encanto. Contratamos a un grupo para que nos cantara Cielito Lindo y bailamos, y cantamos como buens borrachos escuchando mariachis, que se visten de mariahcis, tocan y cantan como mariachis, y son, en fin, mariachis. Dejamos atrás a un par de misóginos que se nos habían unido y fuimos a otro lugar, ahora si casi podría decir que un pub, casi pero no, y ahí tomamos un tequila hasta que Cora quebró, pero no seamos muy duros, que ya eran como las 6:30 am y veníamos bebiendo desde las 7 pm del día anterior.
Decidí que dormir un par de horas sería una buena idea. Puse mi despertador y me acosté vestido. A las 10:20 am me despierta Natalia (roommate de Cora), y me hace notar que el bus que me llevaría a Aguascalientes había salido 20 minutos antes. Agarré mis cosas y me tomé un taxi hasta la terminal, cambié el pasaje, y me tomé el bondi a Aguascalientes de las 12. Antes de subir me revisaron el bolso, me palparon, y me olieron el aliento, que efectivamente olía a alcohol y por un momento dudaron de si debían o no dejarme subir, porque parece que si tenés aliento a alcohol no podés tomarte un bondi. Pero sí me dejaron, ni que estuviera tan borracho.

miércoles, septiembre 03, 2008

Que onda, Güero (dijo Beck)

Hoy a la mañana se fue Laura. Hoy al mediodía perdí mi sombrero. A veces hay que aceptar las pérdidas. Quizás sea apropiado perder el sombrero que a ella tanto le gustaba, como símbolo de un nuevo comienzo. Pero no, las pelotas. Era un buen sombrero. Una boina, mejor dicho. Bastante gastada y un tanto sucia, la boina que me había regalado mi abuelo. Me quedaba bien. Y me hacía pensar en él, como si llevara algo suyo a hacer cosas que el nunca hizo, y andá a saber si alguna vez se le cruzó por la cabeza hacer. La cosa es que ya no está, y Laura tampoco, pero yo sí, en este momento frente a una computadora en la Ciudad de México escribiendo unas líneas sobre lo que pasó en los últimos días.
Una elípsis, o varias, por acá y por allá. Especialmente en lo concerniente a Laura.
Seré clásico, pero me gusta empezar por el principio. Bueno, eso del principio es imposible, o al menos tedioso, así que voy a empezar con el momento en que me subí al avión en el aeropuerto de Ezeiza, a las 6:30 AM del 29 de Agosto.
El viaje fue largo y tedioso. La escala de 5 horas en Lima se hizo sentir, mi cansancio (que ya venia de la noche anterior sin dormir y la anterior a esa con 3 horas de sueño, mucha joda y mucho estress posterior)era terrible, y para colmo en los dos primeros aviones (fueron tres en total) tuve bebés llorando en el asiento de al lado.
Llegué de noche, tarde, y tomé un taxi hasta el hostel. Había una cabina donde se ofrecian taxis, y habia unos tipos diciendo "taxi taxi", asi que primero les pregunte a ellos y me dijeron que mi viaje saldria 320 (unos 32 dolares). Me resultó excesivo, y consulté en la cabina. "150 pesos." Eso tambien es bastante, pero es de lo mejor que puede esperarse en el aeropuerto.
Esa noche me dediqué a reponerme del cansancio. Al día siguiente pasé a buscar a Laura y anduvimos por la Zona Rosa, que es una zona bastante cheta de la ciudad. En ese primer dia, me sorprendieron los olores. El smog esta en todas partes, y te hace moquear y al principio, da un poco de ardor en la garganta. Por todos lados, en la calle, hay puestos de vendedores de comidas, que tienen un nombre pero no me lo acuerdo. Ahi se venden todas esas cosas que uno espera que se vendan en Mexico. Tortillas, tacos, tortas (que en realidad son sanguches, pero les dicen tortas), y un monton de cosas más. Hay olores a frituras insoportables, a picantes tentadores, a comidas deliciosas y a patadas al higado. Todo el mundo come ahi, por poco dinero, desde muy temprano a la mañana.
Lo primero que pense, entonces, era que Mexico era una ciudad que se experimentaba con el olfato.
Esa noche terminó con una de esas charlas que a veces es necesario tener, pero que como tantas otras cosas, queda fuera de este relato.
Al día siguiente anduve por el Zócalo, y la ciudad también me estmuló la vista, y en que manera. Las construcciones, imponentes, son muy españolas y antiguas, unos quinientos años diria yo. Todo estaba lleno de gente, reunidas en la plaza decorada con motivos del festejo de la independencia, y habia un escenario con bandas y otros espectaculos. A la derecha (desde donde yo miraba) de la Catedral están los restos del Templo Mayor. Resulta que la Ciudad de Mexico alguna vez fue Tenochtitlan, capial Azteca, y justamente la parte que es el centro de la ciudad ahora es la parte que era el centro de la ciudad en aquel entonces. El Templo Mayor es donde se encuentra, segun los Aztecas, el centro del universo. Ahora quedan restos derrumbados y partes recuperadas y un museo y, justo afuera, mucha gente vestida con taparrabos y plumas y dibujos de calaveras danzando y limpiando auras y vendiendo artesanias. Los tambores y los sonideros de pezuñas son el soundtrack del lugar, o uno de ellos, porque Mexico es una ciudad con una banda sonora constante. Todo negocio tiene su música a un volúmen altísimo, generalmente música horrible.
Laura y yo debíamos ser un duo extraño, yo tan blanco y ella tan negra, porque la gente nos quería sacar fotos. A los dos, a ella sola y a mi solo. Me enteré que soy un güero, un blanco, y que tengo que acostumbrarme a que llamo la atención, al menos de vez en cuando, tampoco es que paso caminando y todo el mundo se vuelve a mirarme, pero es raro sentirse que uno atrae miradas curiosas aquí y allá.
La gente camina lento en el centro. En Baires se camina rápido, uno va a donde tiene que ir casi frenéticamente, y el que no obedece esta regla es maldecido en la cabeza de los que siempre tiene que estar en un lugar que no es donde están. Yo soy en general uno de esos, y es difícil aceptar el ritmo más calmo de la ciudad.
Esa noche llegué a la casa de Cora, amiga de un amigo que me recibió como si fueramos amigos nosotros de toda la vida, y con quien nos entendemos, y uno no siempre se entiende, uno acepta, o escucha, pero entender es otra cosa que esta buena.
Me pasé el lunes visitando la Basílica de Guadalupe, algo que me habría producido emociónes fuertes si aún fuese el Católico que era, pero ahora que no lo soy me pareció simplemente un lugar hermoso, una especie de parque de atracciónes, porque es un complejo de iglesias y santuarios en la ladera de una colina, dedicados a celebrar cómo un indígena llamado Juan Diego se encontró con la Virgen María y ella le dijo que había que construir allí mismo un templo y como prueba le hizo un estampado muy bonito en su túnica, que ahora puede verse por todos lados como símbolo mexicano. Pero parece que, o no lo construyeron donde María dijo o María no indicó bien el lugar, o simplemente el arquitecto era inepto, no lo sé, pero esta iglesia tan grande y linda que debía cobijar el manto sagrado éste en cuestión se está hundiendo. Está torcida y llena de andamios que no permiten la entrada.
A la izquierda está la iglesia nueva, que tiene forma de carpa de circo gigante, y afuera, en el patio central, un escenario que repetía canciónes cristianas en el formato más odioso que pudieron encontrar y al volúmen más ofensivo posible, y esa música se mezclaba con la de la feria de al lado, no tan fea pero que le daba en el palo, y el resultado era una cacofonía que no podía ayudar a nadie a rezar nada, me pareció a mí (o al menos me sorprendió que alguien pudiese en esas condiciones). No resulta sorprendente que me haya agarrado un flor de dolor de cabeza, porque además esta ciudad está bastante alta y esa parte aún más.
Esa noche descansé tanto como pude, y al día siguiente fuí a Teotihuacán.

domingo, agosto 24, 2008

ÍTACA (Konstandinos Kavafis)

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca

debes rogar que el viaje sea largo,

lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,

ni la cólera del airado Posidón.

Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta

si tu pensamiento es elevado, si una exquisita

emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.

Los lestrigones y los cíclopes

y el feroz Posidón no podrán encontrarte

si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,

si tu alma no los conjura ante ti.

Debes rogar que el viaje sea largo,

que sean muchos los días de verano;

que te vean arribar con gozo, alegremente,

a puertos que tú antes ignorabas.

Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,

y comprar unas bellas mercancías:

madreperlas, coral, ébano, y ámbar,

y perfumes placenteros de mil clases.

Acude a muchas ciudades del Egipto

para aprender, y aprender de quienes saben.

Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:

llegar allí, he aquí tu destino.

Mas no hagas con prisas tu camino;

mejor será que dure muchos años,

y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,

rico de cuanto habrás ganado en el camino.

No has de esperar que Ítaca te enriquezca:

Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.

Sin ellas, jamás habrías partido;

mas no tiene otra cosa que ofrecerte.

Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.

Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,

sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

jueves, agosto 21, 2008

(Des) contando los días

El viaje empieza antes de partir. Empieza en el momento en que la cabeza se va de viaje, y se adelanta al ser físico en recorridos imaginarios, no tanto de lugares, sino de personas, situaciónes y sentimientos.... y ahí el corazón se le apechuga un poco a uno. Antes de salir al camino las cadenas son tentadoras. Cuesta salir de Egipto. Se necesitan muchos huevos para ser libre.

El próximo 29 de Agosto, dentro de apenas una semana, me voy a recorrer Mexico y Centroamerica. Con esta breve introducción, queda re-inaugurado este blog viajero.
No prometo calidad literaria, ni una narración detallada de los pormenores del recorrido. Como en otras ocasiónes, solo prometo un poco de verdad, mí verdad, la única que puedo conocer.

A los que me acompañen, gracias.

lunes, julio 23, 2007

Parte IV: Mision familiar en Tilcareta

Más que Tilcara, debería llamarse Tilcareta. A medida que uno se acerca a la infaltable plaza principal, empieza a notar las chicas de enormes anteojos oscuros y vestimenta de moda asoleándose en bares más propios de Cariló que del norte, pelados musculosos con tatuajes vacíos, acentos de Recoleta y San Isidro. Al llegar a la plaza, la cosa no mejora: un monton de pseudoartesanos ladris que hacen trensitas a las chicas a cambio de dinero y la posibilidad de chamuyo, y los precios mas caros que se pueden cobrar por un gorrito de lana resaltan con violencia. Enfrente, una casa de videojuegos libera música estridente y sonidos electrónicos. Tilcara creció sin crecer, se maquilló, y se transformó en Tilcareta. Me habían hablado mucho de éste lugar, y me decepcionó mucho lo que me encontré al llegar. Mientras estaba en la plaza, meditando sobre la invasión capitalista, "Here comes the sun" me empezó a salir del bolsillo. Mi viejo me estaba llamando al celular (otra que capitalismo).
-"Tengo una misión para vos", dijo.
-"¿Una misión? ¿De qué estás hablando?"
-"Tu bisabuela siempre quiso ir a Tilcara, era su sueño. Cuando tu hermano estubo por allá, dejó una flor en la iglesia en su nombre. Me gustaría que hagas lo mismo."
Así fue como me comprometí a honrar la memoria de mi bisabuela. La gran pregunta era, ¿dónde conseguir una flor en medio de tanta aridez? Bueno, no podía ser tan difícil... alguna clase de flor tendría que crecer por ahí, ya podría encontrar alguna mientras íbamos al Pukará. El calor amenazaba con hacernos entrar en estado de liqüefaccion, y las botellas de agua mineral helada no eran más que un consuelo momentáneo. Salimos del pueblo y cruzamos un puente sobre un río de un lecho enorme y casi seco. Los cerros de la precordillera se imponían contra el cielo azul, y tuvimos que detenernos un momento para dejar que la belleza nos penetre los ojos. En medio del polvo y de historias de arañas y otros bichos, seguimos caminando hasta el Pukará, o Pucará, depende de como se lo quiera escribir. Aquí hago un breve paréntesis para introducir un poco de información cultural: Wikipedia nos dice:
El Pucará de Tilcara es una fortaleza construida por los tilcaras, una parcialidad de los indios omaguacas, en un punto estratégico sobre la Quebrada de Humahuaca. Se encuentra al sur de la ciudad de Tilcara, sobre un morro, a 80 metros de altura sobre el Río Grande de Jujuy, que allí corre a 2.450 m sobre el nivel del mar. Fue un lugar ideal para defenderse de los ataques: Dominaba el cruce de los dos únicos caminos del lugar y por un lado la defienden los acantilados sobre el Río Grande y por el otro las ásperas laderas. En los faldeos más accesibles construyeron altas murallas.
Es una de las más importantes y conocidas de las antiguas poblaciones prehispánicas de la región Humahuaca. Tiene una extensión de 8 a 15 hectáreas y aproximadamente 900 años de antigüedad. En el pucará se identifican varios barrios de viviendas, corrales, una necrópolis y un lugar para ceremonias sagradas, entre otros espacios.


Gracias Wiki. Vuelvo, entonces, a la narración. Entramos al predio del Pukará, ascendimos por entre sus piedras muertas. En lugar de dejarlas descansar en paz, los arqueólogos decidieron darles la forma que, aparentemente, tenían, y reconstruyeron murayas, caminos, y casas. Ojo, no me quejo. La sensación que daba ese pueblo muerto, ese testimonio de lo que fue y lo que pudo ser, es sobrecogedora. Llegamos a la parte más alta, y sobre una meseta de piedra moderna y de significado incierto, nos sentamos a merced del viento, y sacamos los charangos. Santi y yo le tocamos a las montañas, al viento, al Pukará, a los Tilcaras e incluso a los Tilcaretas.
Desde lo alto se veía una cruz enorme en la cima de un cerro mucho más alto que aquél en el que estábamos. Al regreso, Santi, Gon y yo decidimos subir. El camino de ascenso era angosto y estaba lleno de piedras que se deslizaban bajo nuestros pies como un río. Gon se quedó a mitad de camino. Santi se adelantó. Yo, terco, seguí a pesar del vértigo creciente. Estaba bastante alto cuando empecé a pensar que era mala idea. El viento me bamboleaba y el mundo allá abajo estaba compuesto por un montón de juguetes. El Pukará parecía la aldea de los Pitufos. Pero la cruz estaba cerca. Seguí, pues, decidido y asustado al mismo tiempo. Llegar, al fin, valió la pena. La cruz no era más que una cruz, pero también era los hombres que la llevaron hasta allí, los que subieron a verla, los que desde ahí miraron ese Pukará de los Pitufos como yo lo miraba ahora, sintiendo el viento que me zarandeaba y viendo los cerros con sus infinitos colores. Me invadió una sensación de majestad, y quise gritar.
Nos quedamos un rato corto que fue largo, de quince minutos o cuatro horas. La bajada me dió aún más miedo, pero llegué abajo sano y salvo, con sólo un par de cortes y mucha tierra como evidencia de mi hazaña. En toda la escalada no había visto ni una sola flor.
Volvimos al pueblo, y a esta altura la falta de flores se hacía alarmante. Dejé al resto del grupo en la plaza y me fuí hasta la iglesia. Jesucristo estaba en la entrada, y me prestó una flor tímida para llevar adentro. Me arrodillé frente al altar y le hablé a un dios que no sé si existe y a una bisabuela que no conocí y que ni sé si puede oirme (quizás porque está sorda, quizás porque el mas allá no tiene buena acústica, quizás porque dejó de existir hace ya tiempo). Elegí creer, aunque sea por ése rato, en Dios, en mi bisabuela escuchándome y hasta sonriendo frente a esa florcita humilde.
La misión estaba cumplida. Ya sin nada más que ver y decididos a no quedarnos en Tilcareta, fuimos a la estación de bondis para ir a Purmamarca. Pero no había pasajes, y sólo conseguimos uno que nos dejaba sobre la ruta, a unos pocos kilometros...

martes, mayo 01, 2007

Parte III: Fronteras y Charangos

Poco antes de las 7 de la mañana, un fuerte dolor de panza me despertó. Tirado baca abajo en la cama, me puse a considerar mi situación... pero sí, no había alternativa, tendría que quedarme. Sonó el despertador, Gon se levantó con rapidez (para ser él, al menos) y comenzó a alistarse para ir a Iruya. Le dije que, desgraciadamente, yo no iba a poder ir, y me quedé en la cama, maldiciendo a todo mi aparato digestivo. Finalmente me dormí de nuevo, y cuando me desperté, a eso de las 11 de la mañana, el dolor de panza había disminuido considerablemente. No desapareció, pero ya me permitía levantarme. Estaba en Humahuaca, Gon no estaría en todo el día, y me encontré con que de pronto tenía todo un día a mi disposición para ir a donde quisiera (menos Iruya, claro), así que decidí tomarme el primer bondi que fuera hacia La Quiaca, y cruzar a Bolivia.(Querías ir a La Quiaca, de todas formas, y esta fue la excusa perfecta).
La Quiaca es horrible, y no vale la pena hablar mucho de ella, pero el viaje desde Humahuaca hasta La Quiaca, eso es otra cosa. El micro atraviesa parajes increíbles, casi siempre subiendo, metiéndose entre grandes rocas que se elevan a ambos lados del camino. El azul del cielo es increíble, y se lo puede ver con claridad cuando el micro pasa sobre las nubes. Aquí y allá, una casa de adobe, pauperrima pero con Direct TV o un pueblito mas o menos pintoresco. A la izquierda, las eternas vías del tren que ya no es. Leon Gieco le da al paisaje su banda sonora ideal.

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Ya en La Quiaca, emprendí la caminata de unas 15 cuadras que me separaba de Bolivia. Ahí sí sentí, por primera vez, la falta de aire ocasionada por la altura. Las piernas me pesaban, y mis pulmones se hinchaban buscando aliento. (Sos un flojito, che) Mas cansado de lo que las 15 cuadras auguraban, llegué al puente que me separaba de Villazón, la ciudad fronteriza boliviana. Crucé sin demasiado trámite, dejando atrás mío al cartel que decía "Bienvenido a La Quiaca, Ushuaia 5121 Kilometros". Del otro lado, Bolivia.

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(Contá cuánto te gustó el hecho de cruzar una frontera a pié). Nunca había cruzado una frontera a pié, y es una sensación curiosa.
Villazón es también una ciudad bastante fea, y todas las calles cercanas al puente son una especie de shopping center para argentinos. El cambio nos favorece, y los comerciantes bolivianos lo saben. Lo saben tanto, que hasta dan los precios en pesos argentinos (lo cual hizo inútil tu gesto bienintencionado de cambiar tu dinero a la moneda local). Di varias vueltas, vi mucha ropa, mucho argentino dando vueltas, muchas películas y discos copiados, y también mucha miseria. Vi gente que casi me rogaba que les comprara algo, vi suciedad, y vi pobreza. Pero también vi dignidad, y mucha. En una casa de música, luego de preguntar los precios de charangos, estuve charlando con la vendedora, y aprendí mucho de ella. Me cayó tan bien que le compré un charango. (Mentira, decí la verdad) Bueno, en realidad iba a comprar el charango de todas maneras, porque me salió unos 160 pesos menos que el más barato charango argentino y de hecho, fuí a a Villazón con ese fin, pero me dió gusto habérselo comprado a ella.
(Contá sobre tu increible sentido de la orientación).Ya con el charango al hombro, emprendí el camino de regreso a Argentina. O eso quise hacer, pero no lo logré... es que me había perdido en las calles mercantiles de Villazón. Luego de varias vueltas, llegué a un lugar familiar: la casa de música donde había comprado el charango. La vendedora me indicó cómo volver, y me advirtió que no vaya a lugares a los que ya había ido. Ahora sí, tomé el camino correcto y volví a Argentina.
Ya de vuelta en La Quiaca, mientras esperaba el bondi que me devolvería a Humahuaca, tuve un encuentro fugaz con unos músicos que me enseñaron mis primeros rudimentos de charango. Es increíble lo que se puede generar en tan sólo unos minutos, cuando las circunstancias te hermanan, un encuentro brevísimo puede ser muy significativo. Ese tipo de contactos son parte del encanto de los viajes, y de los viajeros.
En Humahuaca me reencontré con Gon y compartimos experiencias. Vimos a Ricardo Vilca, que tocó en un concierto al aire libre. Después de eso, fuimos a la peña de Vilca, tan famosa como Vilca mismo (eso es, no mucho, pero muy), pero él no tocó esa anoche, debido a que estaba un poco enfermo, y cansaod de su show anterior. Los músicos de su banda, en cambio, intepretaron unas canciónes bellísimas que me transportaron a quien sabe donde. (Pero no a todos, ¿no?). No a todos nos llegó de la misma manera, y un poco me sorprendió cómo alguien podía no ser afectado por la belleza de esas melodías...
Esa noche nos despedimos de Nico y Belu, que ya se volvían a Buenos Aires.
Al día siguiente, Gon, Santi, Meli, Vi y yo partimos para Tilcara y Purmamarca...

martes, febrero 20, 2007

Parte II: Fear and Loathing in Humahuaca

Huamhuaca me produjo un impacto instantaneo: al fin había llegado a donde quería llegar, a lo que quería llegar. Pueblo repleto de historias y misterios, de memoria, y también de invasiones, turistas y extrañezas.
Al llegar comenzamos la tradicional búsqueda del lugar para dejar nuestras mochilas, y en algún momento posterior, dormir. Gon insistió en preguntar en un par de Hostels. Mi instinto me decía que ni valía la pena, y que mejor debíamos buscar otra alternativa. "30 pesos", dijo el recepcionista. "Gracias, seguimos viendo". Mi instinto no se equivocó. Seguimos caminando.

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Un niño me quiere decir un poema. Soy todo oídos, y me suelta sus versos sobre que en realidad no es un niño, que el trabajo y las penas lo han hecho crecer. Me convence de que es cierto, y le largo dos miserables pesos mientras me siento como el orto.La misma realidad de siempre, pero que esta vez quizas me duele mas. Como me duele también Agustin, anciano y sucio, llevando una inmensa bolsa sobre sus espaldas bajo el sol ardiente. Se detiene, nos saluda y se pone a charlar con nosotros. Anciano y sucio, amabilísimo y cálido. Nos cuenta que es muy bueno que los visiten, que le gusta que los turistas se interesen en ellos. Y me pregunto cuantos se interesan, cuantos nos interesamos de verdad, si es que alguno lo hace, nosotros incluidos. ¿Buscamos solo una sumatoria de anecdotas? ¿Unas cuantas historias para contar? ¿Paisajes y curiosidades? Acaso buscamos sentirnos vivos, y quizás, solo quizás, sí nos interesa. Sí me interesa. Don Agustin (quien sin duda merece el título de respeto) sigue su camino hacia su casa, luego de un saludos, unas sonrisas, un apreton de manos (sus manos callosas, de dedos hinchados, de trabajo y de sol). Pero antes de que pase todo esto, una persona en la calle nos ofreció alojamiento por un precio razonable. Dijo 15 pesos que fácilmente se transfromaron en 10. Al fondo de una casa con mucho adobe, estaban las habitaciónes, suficientemente buenas, y allí nos quedamos.
Fast forward: El monumento del Indio, unas vueltas por ahí, una vista increíble, la sobrecogedora sensación de algo muy grande, inexplicable. Unas fotos, claro, un niño que nos cuesta la historia del monumento pero no se detiene a charlar. Quiere unas monedas a cambio de la información, claro, no harlas con dos turistas mas. De nada me serviría explicarle que no me considero turista sino viajero, ya está lejos.

Fast Forward: La plaza de Humahuaca, Tomás, de unos 9 años, se pone a jugar con Gon y a dibujar retratos mientras yo cebo mate. Tom'as nos relaciona con dos chicas, y nos ponemos a jugar a algún juego de cartas que no recuerdo, quizás la casita robada. Sigo cebando mates, miro a la izquierda: Belen Ciocconi. Miro al frente de nuevo, me detengo un segundo, miro a la izquierda: Belen Ciocconi. Naaah... ¿Acá? Y si, es ella nomás, unos 7 u 8 años después de la última vez que mis ojos la vieron. Nos unimos a ella y su novio, Nicolás, que fué compañero de colegio de Gon. Si, si, en Humahuaca. No, no fueron al colegio en Humahuaca, quiero decir que los encontramos allá. También se nos unen otros conocidos de ellos, Santi, su novia, Melina, y Vic.

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Fast Forward: Son las fiestas de la Virgen de No-Se-Que, patrona de Humahuaca. LLuviecita, pero no mucha. Hay un escenario, se proyectan las palabras "Alborozo 2007 Humahuaca" en múltiples colores. Hay un escenario, donde mas tarde toacará Ricardo Vilca (gran música Humahuaqueño) antes de que la lluvia se intensifique y le obligue a parar. Pero antes, los Sicuris se alternan con sus sicus y sus percusiones, como en un duelo. Un grupo en particular es tan, pero tan malo, que me encanta. De lo poco armónicos que son, logran armonías dignas de Stravinsky. Todos parecen odiarlos, sin embargo, me encantan. Le ponen garra. Pero no dejo de sentir que no entiendo nada, que me pierdo mucho en medio de tanto festejo popular tan extraño a mi.
Poco después comienzas los fuegos artificiales, tímidos y decepcionantes al principio, pero gloriosos y dignos del alborozo 2007 después.
Fast Forward: Un callejón oscuro, todos juntos, madre natura, UTI. Comienza el pánico y locura. Las formas oscuras de la noche lluviosa se ven amenazantes, caminamos por las calles entre gente que viene y va. Pasamos un grupo oscuro, uno de ellos se lleva las manos a la boca. "Paco, están tomando Paco. Son la patota de Humahuaca, claro, incluso acá, siempre hay una. Apurémonos." Doblamos una esquina. Doblan detrás nuestro. "Rápido Gon, nos están siguiendo". Tengo pánico, estoy seguro de que nos van a robar, quizás golpear, quizás matar. Entrmos a un bar, y ahí dentro no estamos en Humahuaca. Paredes violáceas (¿O purpuras? ¿O qué? El mundo del daltónico es a veces incierto), y música pseudo-rockera de radio berreta. Nos sentamos y pedimos unas cervezas, de las que, claro, no participo. Estar en ése lugar, en ésa noche, me da una sensación muy extraña. Como que ese lugar no está ahí. Como que está fuera de lugar, fuera de su elemento. Al rato me doy cuenta de lo que pasó, de la gente que nos segúia sin seguirnos, y comienzo a reir de mi mismo y de mis ideas paranóicas. Luego de charlas inconexas, nos damos cuenta de que la noche cumplió su cometido y de que, definitivamente, ese bar está fuera de lugar, asi que nos vamos. Todos van a dormir, menos Gon y yo, que vamos a la Iglesia, que aún está abierta. En su umbral, el grupo desastroso de sicuris siguen interpretando al Bartok del altiplano. A pesar de eso, o quizás gracias a ello, la gente reza dentro de la iglesia, a la Virgen María, o a la Pacha Mama, o a alguna otra diosa, o a todas juntas.
Fast forward: "Buenas noches".

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